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El Salón de las Músicas Perdidas

Suponerlo no lo hace más llevadero.

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N. lleva un mes trabajando en Oviedo. Su contrato es de seis meses para estar todo el día de dependienta en una pequeña tienda de repuestos de tinta para impresoras. Como le decía yo bromeando al principio "ahora estás en mis dominios".

Aunque tampoco es que me creyera que eso fuera a hacer más propicia la relación, ya que soy consciente de que cuando uno está trabajando está trabajando, no está para perder el tiempo, sobre todo alguien que se toma el trabajo con tanta responsabilidad como ella.

Pero al principio había una cosa que me llevaba a pensar que pasaríamos más tiempo juntos y que podría ser bueno para mis pretensiones con ella. A la tarde, para comer, tiene tres horas libres. Es un tiempo insuficiente para coger el autobús para ir a su casa, comer tranquilamente y volver al curro a tiempo para abrir la tienda (cosa de los horarios, ya lo comprobamos). Y como no quiere usar demasiado el coche por el gasto de gasolina y de aparcamiento cuando no encuentra donde dejarlo sin pagar por las mañanas, lo que hace es estarse en Oviedo esas tres horas, comer tranquilamente y según sus palabras "aburrirse un rato".

Y al principio, las dos primeras semanas, me mandaba un sms casi todos los días diciéndome que había terminado de comer, que estaba en tal sitio y que si quería ir a hacerla un rato de compañía.

En mi casa veían con morros cómo casi todos los días yo terminaba de comer, me lavaba los dientes enseguida, me vestía a toda prisa y salía de casa para estarme hora y media fuera (yo soy un adicto a la rutina, pero ellos más, ya me direis por qué tiene que poner morros a eso...)

Estaba un rato con ella, charlábamos, me comentaba cosas del curro (un poco desesperada al principio, ya que la chica que tenía que sustituir por baja materna durante la semana que coincidieron no la enseñó casi nada de los programas informáticos de la tienda y ha tenido que buscarse la vida como mejor ha podido), la intentaba animar y hacer reir y luego la acompañaba a la tienda y volvía a casa. Me daban igual los morros de mi familia y sus silencios en plan "no-te-entiendo"...

... me daban igual porque sabía que no iba a durar esa situación.

Como en efecto ha pasado.

No es que haya dejado de tener que estar tres horas en Oviedo, pero ya no sé qué hace en ese tiempo y no tiene por qué contármelo, porque es su vida y a mi no me incumbe. No existe una obligación de contar a los amigos todo lo que se hace todos los días, como si hubiera que pasar informe a un guardia de seguridad. Eso lo entiendo y lo respeto. Y en cierto sentido me alegro de saber que ya no está agobiada en el trabajo y que entretiene su tiempo. Hay veces que sí me ha contado que ha hecho en ese tiempo (recados para sus padres, compras, investigar para cambiar el costoso seguro del coche que tiene...), pero ahora soy yo el que a veces al salir del gimnasio, que no queda lejos de la tienda, se acerca a saludarla y estar unos minutos con ella.

Ya no me llama. Y sabía que terminaría pasando eso cuando salía rápido de casa para estar un rato con ella esas dos primeras semanas. Sabía que antes o después eso terminaría y tenía que disfrutarlo mientras estuviera.

 

Acertar no siempre consuela. Hecho de menos esos días, pero he prometido no agobiarla así que aquí estoy cuando me necesite, aunque ya no me necesite.

 

Descubrir que hay cosas en las que no mejoro no ha sido una grata sorpresa precisamente. Por ejemplo en lo de comerme el tarro. Porque hace unos días tuvimos una charla telefónica en la que parecía obsesionada con que yo saliera algún día con ella por la noche pero para conocer gente, para tomar contacto con más personas, no para rondarla. Que saliéramos de juerga pero para que yo me pusiera a hablar con todo quisque y a ver si así ampliaba mi círculo de contactos. Dice que si no conozco a más gente nunca encontraré con quién estar. Tiene sentido lo que dice, aunque yo ya le he comentado que los bares por las noches de los fines de semana no me parecen precisamente el mejor lugar para conseguir contactos con gente duradera... no dudo que haya buena gente saliendo de juerga por las noches, pero el ambiente no me parece el más propicio, siempre he pensado que es un poco vano, que la gente sale a juergas breves, intrascendentes, que no quiere encontrar al amor de su vida o al mejor amigo para siempre, sino simplemente divertirse. Además pienso que es distinto para los chicos que para las chicas, por esa maldita regla no establecida en la cual son los tíos los que tienen que acercarse a las chicas para entablar conversación y presentarse, aunque no sea sólo para ligar (con excepciones, que las he visto, pero por lo general es así, ellas esperan que los chicos se lancen).

En ese ambiente, los cortados tenemos pocas oportunidades.

Pero resumiendo. En esa conversación me quedé con muy mal cuerpo cuando terminamos de hablar, porque me dió la impresión de que me estaba intentando alejar un poco de ella, y no sabía por qué.

Y el lunes, cuando voy a hacerla una visita porque el domingo cuando la llamé para hablarle de una oferta de trabajo (sigue mirando otras opciones porque el sueldo de la tienda tampoco es muy boyante) que salió en el periódico estaba con gripazo y ya acostada y quería saber que tal estaba, pues me encuentro a un chico que también había ido a visitarla.

Por lo visto trabaja de carnicero en donde una amiga suya suele ir a comprar y ella a veces la había acompañado y ahí se habían conocido. Es alto, joven, con un piercing de botón en la nariz y sobre todo, no sé que coño hacía ahí... Que nadie tiene que contármelo, no hay ninguna obligación y por eso tampoco indagué mucho, sobre todo también porque ella ya estaba cerrando para ir a comer. Pero el verles irse juntos... que no tiene por qué significar nada, él podía haber necesitado tinta para la impresora y es normal ir a donde conoces a alguien que está trabajando (yo mismo iré a comprarla ahí cuando la necesite y he repartido tarjetas de la tienda que ella me dió entre mis colegas) y bueno pues ya que está ahí y le conoces pues quedais a comer antes de que ambos entreis a trabajar...

Lo que sea. No tiene por qué significar nada.

Pero a mí me come el frío la parte superior del vientre desde el lunes. Aunque ella me dice que no está ahora con ganas de nada ni de nadie, después de cortar con el colombiano de Gijón hace dos meses y con el agobio del trabajo y trabajar los sábados luego los fines de semana no tiene ganas ni de salir por cansancio y por ahorrar dinero.

Que da igual, que puede hacer lo que quiera. No tengo por qué suponer que no me cuenta las cosas cuando otras veces sí lo ha hecho. Y no dudo de ella y de lo que me cuenta.

Dudo de mí. Porque ya me estoy comiendo otra vez el tarro. El problema es mío, por no saber afrontar las cosas, sean realos o no. ¿Que está empezando a salir con este chico? Pues perfecto para ella, si es lo que quiere y elige yo no tengo el derecho a decir nada. Si en verdad la siento como mi amiga, tengo que buscar lo mejor para ella y lo mejor es que ella puede elegir libremente. Amo esa libertad que ella me transmite y me gustaría compartirla, pero si no soy el elegido, pues es porque no me siente así. Y punto. Y tenerla como amiga ya me proporciona sentimientos preciosos y experiencias interesantes. Si no hay para más, no hay para más.

Soy yo el que no puede renunciar a querer ser más.

Es MI problema.

Y si no está saliendo con él, estoy haciendo aún más el canelo por angustiarme así, aunque tenga el ligero eximente de que la última vez no me lo contó y me tuve que enterar de semi-rebote. Hago el canelo por pensar que soy tonto por no insistir más, por respetar su tiempo y su espacio... ¿Acaso ligar no es inmiscuirse en el tiempo y el espacio del otros? Un poco claro, sin acosos, pero no respetar siempre la frontera, tantearla a veces, probar la fortaleza de las defensas y aprovechar los huecos que aparezcan... Pero yo no sé hacer eso. Como yo sé querer es respetando, cumpliendo promesas e intentando agobiar lo menos posible a la persona querida.

Y así me va...

 

Ya me imaginé al principio que verla a más menudo iba a tener un efecto positivo y otro negativo. El positivo es más tiempo y oportunidades de coincidir con una amiga, con alguien que te hace reir y con la que el tiempo pasa en un suspiro tremendamente agradable.

La mala es que la asiduidad mata el misterio y las ganas de pasar más tiempo en esa ciudad donde ya estás más horas que en casa y con esa persona a la que has visto casi todos los días.

Parece que al final puede que prime más la parte mala.

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