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El Salón de las Músicas Perdidas

Casi un sueño...

Casi un sueño... Hay un miedo que me ha asaltado desde hace unos años. La noche. Pero no en su conjunto. En general la noche me gusta, la oscuridad, el misterio, las promesas veladas que encierra.
No, el miedo es por un momento concreto, el momento antes de dormirme. Esos instantes en que estoy sólo en la oscuridad, encerrado con mis propios pensamientos en el confinamiento de la cama. Esos momentos en que no quieres pensar, porque lo que deseas en dormir, pero el sueño tarda en acudir y tu mente empieza a vagar, trabajando sus ultimos momentos antes de descansar en el sueño. En esos momentos es cuando mas tristezas he pasado en mi vida. Porque me pongo a recordar, a pensar, a reflexionar de una manera mas profunda que durante el día. Durante las horas de luz puedes evitar mucho mejor el asalto de las hordas de la pena y los recuerdos. Puede fijar la vista en los lugares iluminados, en las caras de la gente, en lo que sea, una lectura, una canción, un sonido. De noche me cuesta más hacerlo. Y entonces es cuando pienso en los pequeños fracasos cotidianos, en la soledad vivida durante el día, en los planes que tuve durante años y no dan fruto, en la evolución personal que no termina de calmar mis sufrimientos internos. He pasado noches de auténtica angustia cuando las reflexiones han sido mas profundas, hondas y oscuras. Recuerdo una noche con doce años que llore en silencio durante horas porque me puse a pensar en la muerte, a imaginar lo que sería estar rodeado eternamente de oscuridad y silencio, sin esperanza, sin luz, sin alegría, sin gozo y en completa soledad. Como además siempre me ha costado recordar mis sueños (porque sé que soñar si sueño, todos los hacemos) tampoco encuentro el consuelo de recordar esos momentos absolutamente mágicos en los cuales nuestro cerebro a medio gas nos crea un escenario, una vida, un universo de sensaciones que son reales mientras descansamos, tan reales como la vida que vivimos despiertos.

Porque me cuesta recordar los sueños, cuando logro recordar uno es todo un acontecimiento. Esta noche me semidesveló el ruido del granizo y la tormenta en el exterior. La lluvia golpeando el patio, los tendales, los plásticos que los cubrían. Y sentí algo extraño, algo maravilloso. Sé que casi era un sueño, porque no estaba despierto pero tampoco dormido. Sentía en mi vientra luz y calor. En ese estado en el que el mundo onírico tiene su propia lógica que uno acepta y comprende aunque lo racional nos grite que no tiene sentido, entendí lo que estaba sintiendo. Yo en esos momentos era un hombre con vientre de mujer, un vientre que explotaba de placer y deseaba ser llenado. Llenado por una mujer con un vientre con hombre, una mujer que quisiera llenar mi alma de calidez, de pasión, de ternura y de aceptación. Quería tener a esa mujer a mi lado, llenarnos mutuamente, completarnos, hacernos plenos, enteros, consumarnos, aspirarnos, fundirnos y separarnos, hundirnos en el placer.
No osaba ni tocar la zona de mi vientre que palpitaba, por temor a perder esa sensación. Una autoexploración sensual no iba a conseguir llegar ni a los pies de lo que estallaba espontaneamente en mí.
Pero tenía que terminar, por desgracia, porque ese estado entre dos mundos, onírico y mundano, no puede mantenerse. Es una balanza, antes o después tiene que inclinarse hacia un lado. Y se inclinó hacia el lado del desvelo, dejándome vacío, con el calor desvaneciéndose por mucho que tratara de aferrarme a él. Sólo un recuerdo quedaba, de aquello que tanto deseaba. Y perdía la comprensión de lo sucedido a cada segundo de estar despierto.
Estaba sólo, entre las brumas de la noche.

No me arrepiento de soñar, aunque luego eche de menos las sensaciones vividas durante el sueño. Pero me encantaría poder llegar a vivir las mismas emociones durante la vigilia.

2 comentarios

Androgen -

Si, conozco a los súcubos. Eran espíritus infernales femeninos que pos las noches visitaban a los mortales, llenaban sus sueños de placer y robaban su esencia vital, de la cual se alimentaban, dejándoles agotados y si las visitas era muy seguidas, matándolos. Su contrapartida masculina eran los íncubos. Aunque yo no he sentido nada maligno ni pernicioso en esta visita :)
Siento que mi peregrinar empezo hace mucho. Y tal vez nunca acabe, tal vez nunca debamos darnos por satisfechos y siemrpe debamos buscar algo más, dar un paso más adelante, elevarnos un poco más...
No quiero pararme, quiero compartir los caminos con los demás. Pero hasta ahora... no he podido tener esa experiencia, ese Sentir. Y siento que nadie me ha abierto su corazón como yo abro el mio para compartir un roce tierno entre los dos.

Dos besos :)

Carmen -

¿Has oído hablar de los súcubos? A eso antes se le llamaba así... yo lo he vivido un par de veces y es una lástima que sea un fenómeno incontrolable :))

Estoy de acuerdo en eso.
Pero chico, tienes toda una búsqueda por delante... yo tenía 26 años cuando empecé a peregrinar y ya hace once de aquello...

No puedes pararte en nadie nunca, tienes que mirarlo todo, recorrerlo todo y tocar todas las fibras que puedas... seguro que quién es capaz de hacerte Sentir completo vive ahí, en alguna parte del mundo ... Eso fijo.

Un beso :)