Minutario (que es como un diario, pero de minutos, de instantes...)
El día amanecio con ruido y furia. Contrariamente a lo habitual hoy me desperté antes de lo deseado, antes del tiempo prescrito para subir a mi casa y ayudar a mi madre con la compra, como hago dos veces por semana.
No es bueno empezar el día descubriendo que al despertarse antes sucede lo mismo que al dormirse tarde: mi mente se dispara.
Y en este caso se disparó hacia el lado de la ira. No de la ira sorda, pero sí de la ira velada, de la que nace de posos de sucesos, situaciones y palabras que se interconectan extrañamente en los rojos caminos de la furia.
Porque empezé a pensar en Mi Estrella, y como sucede ultimamente, cuando eso no me conduce a la sensación de abandono, me conduce a la ira.
Pensé "mira, no tenía claro de qué hablar hoy en el blog, pero ya me ha surgido un tema."
Pero luego tuve que acudir a mi cita con la rutina, el centro comercial, las compras, las discuciones con mi madre sobre si gasta mucho o no, la discusión sobre la religión (aunque sé que ella no soporta que toque el tema con mis críticas, aún cree en la perfección de los dogmas, mientras yo pienso que no hay nada perfecto, inmutable o irrefutable) y también me da tiempo a pensar mientras saboreo la amargura de la ira. No puedo hablar aún de Mi Estrella, de su abandono y de esa ira, faltan datos. Faltan cosas por contar que serán contadas cuando surjan, no cuando las fuerze porque entonces no podrían ser claras.
Y a la vuelta me paso por la biblioteca. Me espera una sorpresa. Hay secciones sobre "Amor", "Sentimientos", sección psicología. Y es la primera vez que descubro que existe esta sección, aunque si pensara un poco ello me hubiera dado cuenta antes. Pero me sorprendo al ver los libros (son pocos, pero ahí están) tratando sobre el amor inteligente, la explicación de los sentimientos y las emociones. Hay gente que ha tratado de plasmar todo eso en libros... Y aunque piense que en estos temas no hay sentencias firmes y todo es variable, casuístico y personal, reconozco que admiro un poco a la gente que intenta dar respuesta a los que no lo tienen claro, a los que busca algo más.
Busco a Goleman y Nordwood, pero están "no disponibles". Dudo ante los libros y no me atrevo a coger otros, porque creo que podría ser influenciado en demasía y ya seguí los caminos de las opiniones de otros antes y no hallé respuestas a las preguntas que de verdad tenía. Así que antes me repaso el resto de la biblioteca y cojo "Nosotros los vampiros" (fascinación, fascinación) y la adaptación a comic de "El corazón de las tinieblas". Por unos momentos paseo por la sección de literatura inglesa (cita habitual) y encamino mis pasos a la sección de historia, pero me detengo. No, esta vez no quiero hundir mi pensamiento en la vida de otros como suelo hacer, no quiero tratar de desentrañar la VERDAD de entre los hechos pasados quitando la manipulación y la subjetividad de los estudiosos.
Hoy buscaba a Goleman y Nordwood porque quería respuesta a preguntas y tal vez preguntas para respuestas ya existentes. Así que vuelvo a la sección 159.942 y cojo uno de los títulos que había captado mi atención antes: "Sexo, Erotismo y Amor. Complejidad y libertad en la relación amorosa" de Rafael Manrique.
Estoy buscando en qué fallo.
De camino a la salida pienso fugazmente que ojalá tuviera una memoria bien estructurada para recordar lo que pienso y siento al ver de pasada algunos títulos leidos o no leidos, al menos recordarlo hasta que pudiera plasmarlo aquí. Pero sé que es misión imposible, se desvanecerán esos pensamientos fugaces, como de hecho ha sucedido. Y al pasar junto a los discos me descubro queriendo escuchar a Sabina. Lo que sea, sé que encontraré algo que me sirva para reflejarme en alguna de sus canciones del disco que sea.
Salgo de la biblioteca y ahora estoy esperando junto a la mercería donde trabaja Covadonga. La ira ha pasado y me siento mas bien confuso. Pero tengo claro que hoy necesito una sonrisa, esas que Covadonga ofrece libremente y de corazón. No me gusta entrar cuando tienen clientes, no me gusta molestar, así que espero cinco, diez, quince minutos en la puerta, porque hay una señora mayor que con la minuciosidad y la atención al detalle típicas de quien parece que tiene poco tiempo ya para vivir, está escogiendo una pieza de tela o de ornamento, no lo distingo desde fuera de la tienda. Son esas personas que creemos que nos hacen molestas las esperas con su tranquilidad y lentitud, cuando lo que hace molesta la espera somos nosotros mismos con la sensación de prisa y el odio a la inactividad que algunos poseemos. Pero puedo esperar, suelo tener que esperar cuando voy a ver a Covadonga y me he acostumbrado a apoyar la espalda en la pared y contemplar el trajín del Fontán. Hoy me fijo, más que en la gente que pasa, en la perrita de la quiosquera, tumbada en un cuadro de sol que se cuela entre las esquinas de los tejados. Se acerca a la llamada de una cliente habitual que viene con una niña de unos tres años y veo a la niña con evidentes ganas de tocar al animal pero no atreviéndose a hacerlo. Mientras los miro se empieza a perfilar este comentario en mi mente, aunque sé que aunque lo redactara entero en mi mente, surgirán nuevos pensamientos que me harán cambiarlo, y eso es bueno porque no quiero preescribir mi vida.
Finalmente la niña estira la mano y acaricia la cabeza de la perrita, con suavidad y cuidado como si temiera hacer daño al animal. Y pienso que así actuamos a veces, temiendo quebrar lo que tocamos, ya sea por el deseo de tocarlo o por desocnocimiento de como manejarlo. En los sentimientos también nos pasa.
Covadonga sale a enseñarle a una clienta una cosa del escaparate y me ve. Ahí está la sonrisa, pero de la charla que tenemos noto que está triste. Y aunque la he dicho que no podré pasarme hoy a las dos, cuando acabe su trabajo, para hablar, lo voy a hacer. Porque no soporto la tristeza en la gente que me ofrece sonrisas.
Estoy esperando la hora y mientras escribo he tardado el mismo tiempo en redactar que en buscar una imagen para mostrar el estado que reemplazó a la ira de la mañana: la confusión, porque no sé exactamente que siento ni como me siento. Y ahí está. Costó pero esta me ha gustado.
Luego volveré...
No es bueno empezar el día descubriendo que al despertarse antes sucede lo mismo que al dormirse tarde: mi mente se dispara.
Y en este caso se disparó hacia el lado de la ira. No de la ira sorda, pero sí de la ira velada, de la que nace de posos de sucesos, situaciones y palabras que se interconectan extrañamente en los rojos caminos de la furia.
Porque empezé a pensar en Mi Estrella, y como sucede ultimamente, cuando eso no me conduce a la sensación de abandono, me conduce a la ira.
Pensé "mira, no tenía claro de qué hablar hoy en el blog, pero ya me ha surgido un tema."
Pero luego tuve que acudir a mi cita con la rutina, el centro comercial, las compras, las discuciones con mi madre sobre si gasta mucho o no, la discusión sobre la religión (aunque sé que ella no soporta que toque el tema con mis críticas, aún cree en la perfección de los dogmas, mientras yo pienso que no hay nada perfecto, inmutable o irrefutable) y también me da tiempo a pensar mientras saboreo la amargura de la ira. No puedo hablar aún de Mi Estrella, de su abandono y de esa ira, faltan datos. Faltan cosas por contar que serán contadas cuando surjan, no cuando las fuerze porque entonces no podrían ser claras.
Y a la vuelta me paso por la biblioteca. Me espera una sorpresa. Hay secciones sobre "Amor", "Sentimientos", sección psicología. Y es la primera vez que descubro que existe esta sección, aunque si pensara un poco ello me hubiera dado cuenta antes. Pero me sorprendo al ver los libros (son pocos, pero ahí están) tratando sobre el amor inteligente, la explicación de los sentimientos y las emociones. Hay gente que ha tratado de plasmar todo eso en libros... Y aunque piense que en estos temas no hay sentencias firmes y todo es variable, casuístico y personal, reconozco que admiro un poco a la gente que intenta dar respuesta a los que no lo tienen claro, a los que busca algo más.
Busco a Goleman y Nordwood, pero están "no disponibles". Dudo ante los libros y no me atrevo a coger otros, porque creo que podría ser influenciado en demasía y ya seguí los caminos de las opiniones de otros antes y no hallé respuestas a las preguntas que de verdad tenía. Así que antes me repaso el resto de la biblioteca y cojo "Nosotros los vampiros" (fascinación, fascinación) y la adaptación a comic de "El corazón de las tinieblas". Por unos momentos paseo por la sección de literatura inglesa (cita habitual) y encamino mis pasos a la sección de historia, pero me detengo. No, esta vez no quiero hundir mi pensamiento en la vida de otros como suelo hacer, no quiero tratar de desentrañar la VERDAD de entre los hechos pasados quitando la manipulación y la subjetividad de los estudiosos.
Hoy buscaba a Goleman y Nordwood porque quería respuesta a preguntas y tal vez preguntas para respuestas ya existentes. Así que vuelvo a la sección 159.942 y cojo uno de los títulos que había captado mi atención antes: "Sexo, Erotismo y Amor. Complejidad y libertad en la relación amorosa" de Rafael Manrique.
Estoy buscando en qué fallo.
De camino a la salida pienso fugazmente que ojalá tuviera una memoria bien estructurada para recordar lo que pienso y siento al ver de pasada algunos títulos leidos o no leidos, al menos recordarlo hasta que pudiera plasmarlo aquí. Pero sé que es misión imposible, se desvanecerán esos pensamientos fugaces, como de hecho ha sucedido. Y al pasar junto a los discos me descubro queriendo escuchar a Sabina. Lo que sea, sé que encontraré algo que me sirva para reflejarme en alguna de sus canciones del disco que sea.
Salgo de la biblioteca y ahora estoy esperando junto a la mercería donde trabaja Covadonga. La ira ha pasado y me siento mas bien confuso. Pero tengo claro que hoy necesito una sonrisa, esas que Covadonga ofrece libremente y de corazón. No me gusta entrar cuando tienen clientes, no me gusta molestar, así que espero cinco, diez, quince minutos en la puerta, porque hay una señora mayor que con la minuciosidad y la atención al detalle típicas de quien parece que tiene poco tiempo ya para vivir, está escogiendo una pieza de tela o de ornamento, no lo distingo desde fuera de la tienda. Son esas personas que creemos que nos hacen molestas las esperas con su tranquilidad y lentitud, cuando lo que hace molesta la espera somos nosotros mismos con la sensación de prisa y el odio a la inactividad que algunos poseemos. Pero puedo esperar, suelo tener que esperar cuando voy a ver a Covadonga y me he acostumbrado a apoyar la espalda en la pared y contemplar el trajín del Fontán. Hoy me fijo, más que en la gente que pasa, en la perrita de la quiosquera, tumbada en un cuadro de sol que se cuela entre las esquinas de los tejados. Se acerca a la llamada de una cliente habitual que viene con una niña de unos tres años y veo a la niña con evidentes ganas de tocar al animal pero no atreviéndose a hacerlo. Mientras los miro se empieza a perfilar este comentario en mi mente, aunque sé que aunque lo redactara entero en mi mente, surgirán nuevos pensamientos que me harán cambiarlo, y eso es bueno porque no quiero preescribir mi vida.
Finalmente la niña estira la mano y acaricia la cabeza de la perrita, con suavidad y cuidado como si temiera hacer daño al animal. Y pienso que así actuamos a veces, temiendo quebrar lo que tocamos, ya sea por el deseo de tocarlo o por desocnocimiento de como manejarlo. En los sentimientos también nos pasa.
Covadonga sale a enseñarle a una clienta una cosa del escaparate y me ve. Ahí está la sonrisa, pero de la charla que tenemos noto que está triste. Y aunque la he dicho que no podré pasarme hoy a las dos, cuando acabe su trabajo, para hablar, lo voy a hacer. Porque no soporto la tristeza en la gente que me ofrece sonrisas.
Estoy esperando la hora y mientras escribo he tardado el mismo tiempo en redactar que en buscar una imagen para mostrar el estado que reemplazó a la ira de la mañana: la confusión, porque no sé exactamente que siento ni como me siento. Y ahí está. Costó pero esta me ha gustado.
Luego volveré...
2 comentarios
Androgen a Imaginate -
Imaginate -