Un año desde la ira y la pena.
Ayer mi hermano se preguntaba por qué recordar las cosas cuando ha pasado con un año como si hubiera obligación de ello, como si tuvieramos que sentir más que cuando sucedieron.
No lo sé. Habrá fines políticos, económicos a veces, habrá gente que realmente necesita recordar y gente para la que revivir el recuerdo es morir de nuevo, porque llevan no un día al cabo de un año, sino todo el año haciéndolo.
Yo aún no me termino de asimilar lo que sucedió en Beslán hace un año.
No voy a entrar en muchos temas que podría entrar, sobre la ira y el fanatismo que impulsa a hacer lo que hicieron, a por qué se llegó a eso, sus posibles causas...
No, no voy a hablar de eso. Voy a hablar de una de las cosas que más me impactó y aún me impactan mientras los telediarios nos rememoran el horror en imágenes.
Esas imágenes de soldados llevando a niños heridos me estremecen. Me estremecen los rostros de esos soldados. Son gente a la que se ha enseñado a matar, gente que debe estar dispuesta a cumplir las órdenes que sean por horribles que nos puedan parecer si con eso se considera que defienden su país. Y los soldados rusos no tienen precisamente fama de suaves.
Y de repente...
De repente una niña muere en tus brazos mientras la sacas del infierno. Tienes las armas. Tienes el entrenamiento. Tienes el poder. Pero no puedes evitar esa muerte. Esa niña a la que no conoces, que hasta hace unos minutos no habías visto antes. Esa niña de la que ni conoces el nombre.
Y el soldado llora.
O este otro. Sus manos se han acostumbrado a cargar rudos trozos de metal y madera fusionados en fusil. No son manos suaves, sino ásperas, acostumbradas al trabajo duro, al roce de la tierra y el acero de sus armas. No le han entrenado para ser tierno.
Pero lo es. Probablemente es la carga más preciosa que ha llevado en toda su vida. Casi parece que teme romperlo. Su fusil al hombro no es nada. El arma ya no es lo importante. Con esos brazos fuertes del entrenamiento no le cuesta esfuerzo llevar ese peso de pocos kilos, pero lo hace con más cuidado del que jamás ha llevado granada, fusil o pistola alguna.
O este otro, con toda la pinta de ser un veterano curtido en mil lides, que cree que lo ha visto todo...
Pero su expresión dice que acaba de ver algo que preferiría no haber visto nunca. Otra forma de expresar el horror como la mirada del soldado que corre detrás. Ambos con niños heridos en brazos.
Si, hay algo que me turba al ver a duros soldados llorando. Llorando por los que ven, por lo que han hecho, por los que han visto morir, llorando porque nada puede prepararte para soportar siempre este mundo, para afrontarlo. Nin gún entrenamiento te puede hacer olvidar totalmente que eres un ser humano.
En todas partes. Soldados americanos. Iraquies. Israelies. Españoles. Chinos. Donde sea.
Y que algún día, por mucho que te vendan que eres una máquina de combatir insensible y obediente, llorarás, conmovido, tocado en lo más profundo. Como lloramos todos.
No lo sé. Habrá fines políticos, económicos a veces, habrá gente que realmente necesita recordar y gente para la que revivir el recuerdo es morir de nuevo, porque llevan no un día al cabo de un año, sino todo el año haciéndolo.
Yo aún no me termino de asimilar lo que sucedió en Beslán hace un año.
No voy a entrar en muchos temas que podría entrar, sobre la ira y el fanatismo que impulsa a hacer lo que hicieron, a por qué se llegó a eso, sus posibles causas...
No, no voy a hablar de eso. Voy a hablar de una de las cosas que más me impactó y aún me impactan mientras los telediarios nos rememoran el horror en imágenes.
Esas imágenes de soldados llevando a niños heridos me estremecen. Me estremecen los rostros de esos soldados. Son gente a la que se ha enseñado a matar, gente que debe estar dispuesta a cumplir las órdenes que sean por horribles que nos puedan parecer si con eso se considera que defienden su país. Y los soldados rusos no tienen precisamente fama de suaves.
Y de repente...
De repente una niña muere en tus brazos mientras la sacas del infierno. Tienes las armas. Tienes el entrenamiento. Tienes el poder. Pero no puedes evitar esa muerte. Esa niña a la que no conoces, que hasta hace unos minutos no habías visto antes. Esa niña de la que ni conoces el nombre.
Y el soldado llora.
O este otro. Sus manos se han acostumbrado a cargar rudos trozos de metal y madera fusionados en fusil. No son manos suaves, sino ásperas, acostumbradas al trabajo duro, al roce de la tierra y el acero de sus armas. No le han entrenado para ser tierno.
Pero lo es. Probablemente es la carga más preciosa que ha llevado en toda su vida. Casi parece que teme romperlo. Su fusil al hombro no es nada. El arma ya no es lo importante. Con esos brazos fuertes del entrenamiento no le cuesta esfuerzo llevar ese peso de pocos kilos, pero lo hace con más cuidado del que jamás ha llevado granada, fusil o pistola alguna.
O este otro, con toda la pinta de ser un veterano curtido en mil lides, que cree que lo ha visto todo...
Pero su expresión dice que acaba de ver algo que preferiría no haber visto nunca. Otra forma de expresar el horror como la mirada del soldado que corre detrás. Ambos con niños heridos en brazos.
Si, hay algo que me turba al ver a duros soldados llorando. Llorando por los que ven, por lo que han hecho, por los que han visto morir, llorando porque nada puede prepararte para soportar siempre este mundo, para afrontarlo. Nin gún entrenamiento te puede hacer olvidar totalmente que eres un ser humano.
En todas partes. Soldados americanos. Iraquies. Israelies. Españoles. Chinos. Donde sea.
Y que algún día, por mucho que te vendan que eres una máquina de combatir insensible y obediente, llorarás, conmovido, tocado en lo más profundo. Como lloramos todos.
7 comentarios
Androgen a Viky -
Gracias
viky -
un besico
viky -
muaks
viky
Androgen a La Dama Oscura -
Un beso y un abrazo.
Androgen a Sabbat -
No lo sé, la verdad. Pero sí, las lágrimas son una liberación.
Un abrazo
La Dama Oscura -
Un abrazo muy grande.
sabbat -
Siempre me he preguntado en las tragedias por quién lloramos. Siempre me respondo lo mismo: eso nos da congoja pero terminamos llorando por nosotros...
Las lágrimas son una liberación.