Será el calor...Un relato, una fantasía.
Este es el primer relato erótico digno de tal nombre que escribí hace años, siendo muy joven...
Hoy tenía ganas de mostraroslo. Será que llega el calor y la piel se pone más sensible...
(la imagen es un fragmento del cuadro "La caricia", de Julio Daniel Rodriguez Berneo)
"NOCHEVIEJA
Cuando bajé al portal, ahí estaba. Entre la verja y la puerta interior. El rojo de su vestido fue como un latigazo en mis ojos que me acompañó a la salida del ascensor. Más detalles se descubrieron ante mí al acercarme a la puerta. Un abrigo negro en sus brazos. Cabello castaño, tan claro que dudo si no llamarlo mejor rubio. Mirada al suelo y cortos paseos en el pequeño espacio. Me vino a la cabeza la imagen de un tigre enjaulado. Poderoso, terríblemente bello, pero preso.
Cuando abrí la puerta se giró hacia mí, como si me estuviera esperando. Cruce de miradas y se me antojó que sus ojos verdes brillaban, lanzaban chispas que chocaban en los míos. La mirada se sostuvo un segundo más de lo debido para que fuera casual, hasta que la sonrisa nació en sus labios, pintados del mismo rojo brillante de su vestido. Vestido de corte oriental, cuello alto y hombros y brazos al descubierto. Corte lateral en la falda mostrando en breves aleteos una generosa fracción de su muslo. La sonrisa se mantuvo como el tajo en su falda: omnipresente, misteriosa, insinuante. Pero su falda dejaba entrever la oscuridad de sus medias, su sonrisa por contra, la blancura de sus dientes. Su voz surgió de entre ellos, aunque creo que no la oía, sino que el significado de sus palabras volaban en el brillo de su mirada y me llegaba directamente a la mente.
"Hola. Se puso a llover un poco y entré aprovechando que lo hacia una señora para no mojarme el pelo, pero ahora..."
"Ahora no sabes como abrir la verja de salida, no?"
Mi sonrisa reflejo la suya, que creció un poco más. La mirada de los dos se volvió hacia la verja, que adolecía de una manilla interior. La comunidad de vecinos habíamos decidido poner esa verja exterior hacia poco. Estando situados en zona de bares evitaba que los borrachos entraran a vomitar a nuestro portal. Señalé el botón blanco junto a los llamadores de los timbres de los pisos.
"Se abre apretando ahí"
Extendí la mano para mostrárselo, pero ella se me adelantó. Mi mano quedó a unos milímetros del botón...y a uno sólo de la suya.
Juro que creí sentir el calor que despedía su piel. Nuestras miradas volvieron a cruzarse mientras sonaba el zumbido y el chasquido que indicaban la apertura de la verja. No puedo explicar que se dijeron nuestros ojos, pero fue algo cálido, mágico. No retiramos las manos, ninguno tenía prisa ya. Rocé su mano con mis dedos, suavemente. Tembló ligeramente, pero no la retiró. Yo me comportaba como un extraño para mí mismo, me sorprendía lo que estaba haciendo. Pero no podía ni quería parar. Deslicé mis dedos cuidadosamente por la cara interna de su antebrazo. Ella cerró lentamente los ojos y su sonrisa cambió, convirtiéndose en una sonrisa de placer. El dorso de mis dedos paso suavemente por su codo y se deslizo por la sensible y calida carne de su bíceps. Se mordió el labio inferior y un levísimo gemido surgió de su boca.
Yo estaba hechizado. Su sonrisa, su mirada, su piel, aquel gemido. Mis dedos llegaron a la tela de su vestido mientras acariciaban su hombro. Me detuve dudando, no si dejar de tocarla, sino el camino que tomaría a partir de ahí. Subir hasta la curva de su cuello? Deslizarme por su costado hasta la cintura? Hacer rodar mis dedos y rozar sus pechos por encima del vestido?
"Ana!"
Abrió los ojos de golpe y yo retiré la mano con la rapidez de una serpiente. Volvimos a tener consciencia del mundo a nuestro alrededor. El momento que compartíamos se desvaneció como el humo. Y descubrí que nuestras respiraciones estaban agitadas y mi corazón palpitaba a todo ritmo. Ella se giró hacia el exterior del portal y yo maldije por lo bajo. Un chico trataba de mirar por encima de la gente que se agolpaba en el exterior de la discoteca enfrente de mi edificio. Gritaba el nombre. Su nombre. Pero no miraba en nuestra dirección.
Ella se giró una última vez en la verja. Sostuve su mirada y me descubrí diciéndole el piso y la letra del apartamento donde vivía. Solo dije ese número y esa letra. Ella sonrió una vez más y salió. La vi llegar junto al chico y llamarle. Hablaron un minuto y luego, tomados del brazo, se alejaron. Yo me quedé en el portal. Miré mi mano. Recordé la sensación de acariciar la piel de aquella extraña y mi mano tembló un poco, como protestando el haber perdido la delicia de aquel contacto y gimiendo por mas.
Suspire y partí a reunirme con mis amigos, para celebrar la nochevieja.
Eran las cuatro de la tarde del día siguiente, el primero del año, cuando abrí la puerta de casa. Ana se giró y nuestros ojos volvieron a quedar presos. Ya no había maquillaje en su rostro. Mejor. Su belleza me pareció más natural. Vestía mas apropiadamente para el frío de las fechas. Cuello azul claro de la blusa surgiendo de lo alto del jersey blanco. Pantalones vaqueros negros y botas marrones de puntera estrecha. Abrigo marrón y el mismo bolso de la noche anterior.
"Debo haberme vuelto loca. No te conozco. No sé quien eres. Pero anoche, cada vez que Tomás me tocaba sentía ganas de apartarme. No podía dejar de recordar tus manos y como me acariciaron. Llegué incluso a fingir que estaba demasiado bebida para acostarme con él. No podía soportar pensar que me iban a tocar otras manos que no fueran las tuyas."
Miré mi mano. No es que me desagradara, pero tampoco encontraba nada en ella digno de elogio. Aquellas manos tenían realmente el poder que aquella chica les atribuía?
Alcé de nuevo la vista y mi mano acompañó su recorrido hasta su mejilla. El dorso de mi índice rozó suavemente su piel. Recorrí el camino hasta que toqué el lóbulo de su oreja y luego avancé por la línea de su mandíbula hasta la barbilla. Ella mantuvo sus ojos clavados en los míos durante toda la caricia. Al final alzó su mano hasta la mía y la sostuvo. Giró la cabeza y apoyó sus labios en mis dedos. No los besó, sino que más bien los acarició. Sus labios cerrados los recorrieron. Aquello me produjo un cosquilleo maravilloso en ellos, hasta hacerlos temblar ligéramente. Entreabrió la boca y deslizó mis dedos dentro de ella. Sentí su lengua lamer con suavidad las yemas y apretarlos con su boca. Cuando retiró los labios di un paso atrás y con un gesto la invité a entrar. La puerta se cerró tras nosotros."
Hoy tenía ganas de mostraroslo. Será que llega el calor y la piel se pone más sensible...
(la imagen es un fragmento del cuadro "La caricia", de Julio Daniel Rodriguez Berneo)
"NOCHEVIEJA
Cuando bajé al portal, ahí estaba. Entre la verja y la puerta interior. El rojo de su vestido fue como un latigazo en mis ojos que me acompañó a la salida del ascensor. Más detalles se descubrieron ante mí al acercarme a la puerta. Un abrigo negro en sus brazos. Cabello castaño, tan claro que dudo si no llamarlo mejor rubio. Mirada al suelo y cortos paseos en el pequeño espacio. Me vino a la cabeza la imagen de un tigre enjaulado. Poderoso, terríblemente bello, pero preso.
Cuando abrí la puerta se giró hacia mí, como si me estuviera esperando. Cruce de miradas y se me antojó que sus ojos verdes brillaban, lanzaban chispas que chocaban en los míos. La mirada se sostuvo un segundo más de lo debido para que fuera casual, hasta que la sonrisa nació en sus labios, pintados del mismo rojo brillante de su vestido. Vestido de corte oriental, cuello alto y hombros y brazos al descubierto. Corte lateral en la falda mostrando en breves aleteos una generosa fracción de su muslo. La sonrisa se mantuvo como el tajo en su falda: omnipresente, misteriosa, insinuante. Pero su falda dejaba entrever la oscuridad de sus medias, su sonrisa por contra, la blancura de sus dientes. Su voz surgió de entre ellos, aunque creo que no la oía, sino que el significado de sus palabras volaban en el brillo de su mirada y me llegaba directamente a la mente.
"Hola. Se puso a llover un poco y entré aprovechando que lo hacia una señora para no mojarme el pelo, pero ahora..."
"Ahora no sabes como abrir la verja de salida, no?"
Mi sonrisa reflejo la suya, que creció un poco más. La mirada de los dos se volvió hacia la verja, que adolecía de una manilla interior. La comunidad de vecinos habíamos decidido poner esa verja exterior hacia poco. Estando situados en zona de bares evitaba que los borrachos entraran a vomitar a nuestro portal. Señalé el botón blanco junto a los llamadores de los timbres de los pisos.
"Se abre apretando ahí"
Extendí la mano para mostrárselo, pero ella se me adelantó. Mi mano quedó a unos milímetros del botón...y a uno sólo de la suya.
Juro que creí sentir el calor que despedía su piel. Nuestras miradas volvieron a cruzarse mientras sonaba el zumbido y el chasquido que indicaban la apertura de la verja. No puedo explicar que se dijeron nuestros ojos, pero fue algo cálido, mágico. No retiramos las manos, ninguno tenía prisa ya. Rocé su mano con mis dedos, suavemente. Tembló ligeramente, pero no la retiró. Yo me comportaba como un extraño para mí mismo, me sorprendía lo que estaba haciendo. Pero no podía ni quería parar. Deslicé mis dedos cuidadosamente por la cara interna de su antebrazo. Ella cerró lentamente los ojos y su sonrisa cambió, convirtiéndose en una sonrisa de placer. El dorso de mis dedos paso suavemente por su codo y se deslizo por la sensible y calida carne de su bíceps. Se mordió el labio inferior y un levísimo gemido surgió de su boca.
Yo estaba hechizado. Su sonrisa, su mirada, su piel, aquel gemido. Mis dedos llegaron a la tela de su vestido mientras acariciaban su hombro. Me detuve dudando, no si dejar de tocarla, sino el camino que tomaría a partir de ahí. Subir hasta la curva de su cuello? Deslizarme por su costado hasta la cintura? Hacer rodar mis dedos y rozar sus pechos por encima del vestido?
"Ana!"
Abrió los ojos de golpe y yo retiré la mano con la rapidez de una serpiente. Volvimos a tener consciencia del mundo a nuestro alrededor. El momento que compartíamos se desvaneció como el humo. Y descubrí que nuestras respiraciones estaban agitadas y mi corazón palpitaba a todo ritmo. Ella se giró hacia el exterior del portal y yo maldije por lo bajo. Un chico trataba de mirar por encima de la gente que se agolpaba en el exterior de la discoteca enfrente de mi edificio. Gritaba el nombre. Su nombre. Pero no miraba en nuestra dirección.
Ella se giró una última vez en la verja. Sostuve su mirada y me descubrí diciéndole el piso y la letra del apartamento donde vivía. Solo dije ese número y esa letra. Ella sonrió una vez más y salió. La vi llegar junto al chico y llamarle. Hablaron un minuto y luego, tomados del brazo, se alejaron. Yo me quedé en el portal. Miré mi mano. Recordé la sensación de acariciar la piel de aquella extraña y mi mano tembló un poco, como protestando el haber perdido la delicia de aquel contacto y gimiendo por mas.
Suspire y partí a reunirme con mis amigos, para celebrar la nochevieja.
Eran las cuatro de la tarde del día siguiente, el primero del año, cuando abrí la puerta de casa. Ana se giró y nuestros ojos volvieron a quedar presos. Ya no había maquillaje en su rostro. Mejor. Su belleza me pareció más natural. Vestía mas apropiadamente para el frío de las fechas. Cuello azul claro de la blusa surgiendo de lo alto del jersey blanco. Pantalones vaqueros negros y botas marrones de puntera estrecha. Abrigo marrón y el mismo bolso de la noche anterior.
"Debo haberme vuelto loca. No te conozco. No sé quien eres. Pero anoche, cada vez que Tomás me tocaba sentía ganas de apartarme. No podía dejar de recordar tus manos y como me acariciaron. Llegué incluso a fingir que estaba demasiado bebida para acostarme con él. No podía soportar pensar que me iban a tocar otras manos que no fueran las tuyas."
Miré mi mano. No es que me desagradara, pero tampoco encontraba nada en ella digno de elogio. Aquellas manos tenían realmente el poder que aquella chica les atribuía?
Alcé de nuevo la vista y mi mano acompañó su recorrido hasta su mejilla. El dorso de mi índice rozó suavemente su piel. Recorrí el camino hasta que toqué el lóbulo de su oreja y luego avancé por la línea de su mandíbula hasta la barbilla. Ella mantuvo sus ojos clavados en los míos durante toda la caricia. Al final alzó su mano hasta la mía y la sostuvo. Giró la cabeza y apoyó sus labios en mis dedos. No los besó, sino que más bien los acarició. Sus labios cerrados los recorrieron. Aquello me produjo un cosquilleo maravilloso en ellos, hasta hacerlos temblar ligéramente. Entreabrió la boca y deslizó mis dedos dentro de ella. Sentí su lengua lamer con suavidad las yemas y apretarlos con su boca. Cuando retiró los labios di un paso atrás y con un gesto la invité a entrar. La puerta se cerró tras nosotros."
4 comentarios
Androgen a Imaginate -
Dos besos
imaginate -
un beso
Androgen a Polen -
Tengo escritos relatos que desarrollan más la carnalidad entrevista en este, algunos muy duros, otros menos.
Tal vez algún día me atreva a publicarlos.
Un abrazo :)
Polen -
¿abrirás un poquito la puerta? ¿nos dejarás mirar a través de la cerradura como unos ansiosos voyeurs?