Pequeñas victorias y derrotas cotidianas
Hoy me he puesto a pensar en la cantidad de dinero que he gastado en jugar a la primitiva en mi vida...
A ver, recapitulemos, llevo jugando desde los catorce años la modalidad de jueves y sabados, lo que son dos euros por semana... cada mes cuatro semanas, ocho euros... cada años doce meses, 86 euros... durante trece años... 1118 euros, mas o menos.
A eso habría que sustrerle algún reintegro ocasional y cuatro o cinco veces que mi hermano mayor y yo (la hago con él para hacer así dos columnas y aumentar las probabilidades) hemos acertado tres, porque de ahí no hemos pasado.
Bueno, es una buena cantidad, digamos que son 1075 euros, que son unas 1780000 pesetas...
jolín
Y sigo jugando a pesar de que los números que pongo son altamente improbables que salgan alguna vez (pongo todos múltiplos de 7, que pasa, me gusta el siete :) ). Pero ahí estoy, guardando una leve esperanza que ya es más costumbre que otra cosa. Seguro que cuando empecé durante bastante tiempo todas las semanas me abalanzaba sobre el periódico y repasa los números que tocaban... ahora dejo que lo haga mi hermano, es más comodo.
Esa es una pequeña derrota semanal. Hay muchas victorias y derrotas diarias, algunas ni siquiera las percibimos de tan acostumbrados que estamos a ellas. Por ejemplo hoy quería levantarme a las diez y media tras varios días de dormir irregularmente. Y no pude, estaba tan cansado que me terminé levantando a la vergonzosa hora de las once y cuarto. Una pequeña derrota.
También hay pequeñas victorias, como cuando ayer pasé la aspiradora y el trapo de polvos y quedé satisfecho del resultado, me decidí a hacer un esfuerzo y terminar rápido y bien el asunto y así fué. Una pequeña victoria.
Y puf, podría ponerme a listar mil cosas. Que los libros me encajen en las estanterías, acordarme de grabar algo que me han pedido, ganar a un juego de ordenador con buena puntuación, dibujar y que me salga el dibujo mas o menos como tenía ideado en mente, que no se me trastoque la colcha mientras duermo y tenga la cama totalmente desecha por las mañanas para que no sea más cansado rehacerla, encontrar un pastelito para el desayuno que aún no se hayan zampado las cabras sin fondo que tengo por hermanos... En fin, mil pequeñas victorias.
Y en las derrotas cotidianas lo mismo. Tener que volver tres veces a la habitación desde el otro extremo de la casa porque se me ha olvidado coger una cosa, acordarme en mitad de la calle que me he dejado el móvil en casa, levantarme y ver que mi padre acaba de coger el periódico y que me queda media hora de espera hasta que pueda cogerlo, descubrir que se me ha roto una camiseta, pensar "voy a hacer tal cosa hoy" y a la noche decirme "mierda, si había dicho que haría tal cosa y no la he hecho", no conseguir encontrar las palabras para crear un comentario que me guste para colgar en el blog, cuando el dibujo que estoy haciendo no me sale como espero, cuando me avisan que el sabado no tendré reunión con los colegas y tendré que esperar a la semana que viene para verlos, cuando he pasado la aspiradora y después de guardarla vuelvo a la habitación y en ese mismo momento se escurre una gran pelusa por cualquier grieta y se pone a rodar por el suelo como diciendo "eh tontobaba aquí estoy, todo tu trabajo no ha servido para nada", pisar algo que no debes en la calle, etc etc.
Son mil cosas. Todo es como nos lo tomemos. Hay días que esos pequeños detalles bastan para hacerte llorar por acumulación de cosas, importantes o no y eso se convierte en detonante. O para que al irte a acostarte pienses "ha sido un buen día" y no porque te haya pasado algo que guardarás en el recuerdo porque ha sido precioso o maravilloso, sino porque esas pequeñas cosas ese día han encajado y parece que el mundo te ha dado una tregua.
Y muchas veces ni nos damos cuenta de ellas, es normal, ir pensando "mira que bien he llegado al paso de cebra y cambia el semáforo justo al verde cuando llego para que pueda yo pasar" suena ya a pasarse de optimismo y caer en la ñoñería, pero a veces lo hacemos, como a veces también pensamos que la mala suerte se ha conjugado ese día contra nosotros y nos pasa todo lo malo y toda la gente nos cae borde.
Dicen que a veces lo importante está en los detalles.
A ver, recapitulemos, llevo jugando desde los catorce años la modalidad de jueves y sabados, lo que son dos euros por semana... cada mes cuatro semanas, ocho euros... cada años doce meses, 86 euros... durante trece años... 1118 euros, mas o menos.
A eso habría que sustrerle algún reintegro ocasional y cuatro o cinco veces que mi hermano mayor y yo (la hago con él para hacer así dos columnas y aumentar las probabilidades) hemos acertado tres, porque de ahí no hemos pasado.
Bueno, es una buena cantidad, digamos que son 1075 euros, que son unas 1780000 pesetas...
jolín
Y sigo jugando a pesar de que los números que pongo son altamente improbables que salgan alguna vez (pongo todos múltiplos de 7, que pasa, me gusta el siete :) ). Pero ahí estoy, guardando una leve esperanza que ya es más costumbre que otra cosa. Seguro que cuando empecé durante bastante tiempo todas las semanas me abalanzaba sobre el periódico y repasa los números que tocaban... ahora dejo que lo haga mi hermano, es más comodo.
Esa es una pequeña derrota semanal. Hay muchas victorias y derrotas diarias, algunas ni siquiera las percibimos de tan acostumbrados que estamos a ellas. Por ejemplo hoy quería levantarme a las diez y media tras varios días de dormir irregularmente. Y no pude, estaba tan cansado que me terminé levantando a la vergonzosa hora de las once y cuarto. Una pequeña derrota.
También hay pequeñas victorias, como cuando ayer pasé la aspiradora y el trapo de polvos y quedé satisfecho del resultado, me decidí a hacer un esfuerzo y terminar rápido y bien el asunto y así fué. Una pequeña victoria.
Y puf, podría ponerme a listar mil cosas. Que los libros me encajen en las estanterías, acordarme de grabar algo que me han pedido, ganar a un juego de ordenador con buena puntuación, dibujar y que me salga el dibujo mas o menos como tenía ideado en mente, que no se me trastoque la colcha mientras duermo y tenga la cama totalmente desecha por las mañanas para que no sea más cansado rehacerla, encontrar un pastelito para el desayuno que aún no se hayan zampado las cabras sin fondo que tengo por hermanos... En fin, mil pequeñas victorias.
Y en las derrotas cotidianas lo mismo. Tener que volver tres veces a la habitación desde el otro extremo de la casa porque se me ha olvidado coger una cosa, acordarme en mitad de la calle que me he dejado el móvil en casa, levantarme y ver que mi padre acaba de coger el periódico y que me queda media hora de espera hasta que pueda cogerlo, descubrir que se me ha roto una camiseta, pensar "voy a hacer tal cosa hoy" y a la noche decirme "mierda, si había dicho que haría tal cosa y no la he hecho", no conseguir encontrar las palabras para crear un comentario que me guste para colgar en el blog, cuando el dibujo que estoy haciendo no me sale como espero, cuando me avisan que el sabado no tendré reunión con los colegas y tendré que esperar a la semana que viene para verlos, cuando he pasado la aspiradora y después de guardarla vuelvo a la habitación y en ese mismo momento se escurre una gran pelusa por cualquier grieta y se pone a rodar por el suelo como diciendo "eh tontobaba aquí estoy, todo tu trabajo no ha servido para nada", pisar algo que no debes en la calle, etc etc.
Son mil cosas. Todo es como nos lo tomemos. Hay días que esos pequeños detalles bastan para hacerte llorar por acumulación de cosas, importantes o no y eso se convierte en detonante. O para que al irte a acostarte pienses "ha sido un buen día" y no porque te haya pasado algo que guardarás en el recuerdo porque ha sido precioso o maravilloso, sino porque esas pequeñas cosas ese día han encajado y parece que el mundo te ha dado una tregua.
Y muchas veces ni nos damos cuenta de ellas, es normal, ir pensando "mira que bien he llegado al paso de cebra y cambia el semáforo justo al verde cuando llego para que pueda yo pasar" suena ya a pasarse de optimismo y caer en la ñoñería, pero a veces lo hacemos, como a veces también pensamos que la mala suerte se ha conjugado ese día contra nosotros y nos pasa todo lo malo y toda la gente nos cae borde.
Dicen que a veces lo importante está en los detalles.
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