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El Salón de las Músicas Perdidas

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No es lo habitual, pero a veces recuerdo mas o menos bien mis sueños. No tan bien como una amiga, que me impresiona profundamente por esa capacidad de recordar tan bien los detalles de las cosas. Pero algo recuerdo.

Como el de esta noche.

Creo que era Madrid, pero como suele ser habitual en estos casos, no era la misma ciudad, sólo tenía de Madrid el nombre y la sensación. Estaba con algunos amigos que viven en esa ciudad, por eso estaba seguro de estar en ella. Ibamos todos de verano (bañador o pantalón corto, camisas, mochilas de deporte con cosas de playa, gorras...) y yo tenía la típica sensación de estar un poco perdido en la conversación, ya que se habían encontrado mis amigos con otros amigos suyos y estaban en animada charla sobre cosas que yo no conocía ni entendía.

Y llegábamos a la playa, la diferencia más extrema con el Madrid real era la existencia de ese mismo espacio. Era una playa de dunas, con colinas de arena sobre la que la gente estaba colocada, que se alzaban a los lados de una especie de valle alargado que pasaba entre los dos conjuntos de dunas-colinas. Tampoco se veía ni oía mar por ninguna parte, pero seguíamos llamándolo playa a pesar de eso...

Entre risas, empezaban mis amigos y sus colegas una carrera por ese valle, esquivando la gente que paseaba o saltando las toallas, ocupadas o no, extendidas sobre la arena. Tampoco era una competición seria, se paraban a menudo, eran carreras cortas, reían... pero yo me sentía muy cansado, aunque intentaba seguir ese ritmo suave no podía. Me quedaba atrás.

Y me sentía harto de quedarme atrás. Así que según la competición empezaba a ponerse seria, todos empezábamos a correr en serio, quise ir más allá de lo que podía. Y lo conseguía, empezaba a adelantar a la gente, el cansancio se esfumaba, la mochila que llevaba no pesaba, mi respiración acompasada, las zancadas cada vez más largas, el saltar las toallas no me hacía ir mas lento sino que era un movimiento fluido... Y por fin estaba el primero, quería estarlo y lo estaba, no quería perder, me tomaba aquel juego como si fuera lo más importante del mundo...

Y mientras corría era consciente de todo mi alrededor. Unas chicas cavaban un agujero con sus manos en una de las colinas a mi derecha y tiraban la arena entre sus manos formando un cuenco hacia el valle. Al verme llegar corriendo la chica que llevaba la mano detenía su movimiento para no tirarme la arena encima, con gesto serio. Yo pensé en aquel momento que debería hacer un gesto de agradecimiento, alzar la mano, sonreirle o inclinar la cabeza como saludo, por haber detenido por mí su tarea, que se tomaba tan en serio por la expresión de su rostro.

Sentía a algunos de mis amigos detrás mio, sentía que otros ya se habían parado, cansados. Pero daba igual. Alguno aún corría y yo no podía permitir que me adelantaran.

Y en ese momento, aunque el valle parecía eterno en su longitud, la grieta. Como en unos dibujos animados, no freno a tiempo y me tambaleo en el borde, consciente que el terreno es distinto ahí. Es como un paisaje marciano, pierdo la perspectiva, no sé si la grieta es un ligero badén o un abismo, he perdido por unos momentos la capacidad de interpretar las percepciones. Así que hago lo que siempre que me encuentro en alturas me siento impulsado a hacer... no caigo, sino que salto.

Y es un abismo en pendiente. Resbalo por la cuesta inclinada, mis pies pierden asidero y es mi cuerpo en toda su longitud el que está resbalando por la pared, hasta que no sé como logro darme la vuelta y apoyar pies y manos aferrándome y la caida resbala.

Mientras caigo he oido la voz de uno de mis amigos gritando "de todas la ideas que podías tener, esta es la peor" como si supiera que he saltado a propósito. Alzo la cabeza y veo las sombras de sus rostros asomados por el borde, a muchos metros por encima. Gritan, se asustan, corren a llamar a alguien, a buscar ayuda. Pero mis dedos se clavan sin problemas en la pared, que está hecha de arena tan compacta que aguanta sin caerse pero la cual no tengo problemas para horadar. Tengo los pies bien afianzados. No tengo roces ni heridas por la caida, todo parece correcto. Ni siquiera la mochila que llevo parece pesarme. Y no estoy cansado a pesar de la carrera, tengo la sensación que podría estarme horas, días en aquel lugar, bien sujeto. Sé que debajo de mi hay cientos de metros de pendiente, tal vez de caida libre a pico. Pero no me preocupa. Mientras no mire abajo no tendré problemas. Mis amigos se marchan, les oigo correr y yo miro con tranquilidad el trozo que me separa del borde y pienso que será más cómodo, si intentar escalar hasta allí (me siento perfectamente capaz de hacerlo) o quedarme donde estoy y esperar a los servicios de socorro, o a que mis amigos traigan una cuerda. Pero tampoco me preocupo mucho, estoy bien donde estoy, entre el cielo y la tierra, entre la seguridad y la muerte.

Todo está correcto.

Y pienso "es hora de despertar".

Y así sucede.

PD: Espero que si hay algún psicólogo entre el público no esté llamando al manicomio en estos momentos :)

3 comentarios

Androgen a sabbat -

Precisamente has acertado en lo que más me impactó del sueño: las Sensaciones que sentía en él...

Y nadie nace aprendido, yo sé porque aprendí de pequeño y llevo años practicando, pero también tuve que empezar, así que deja fluir tu potencial y verás como en breve me das clases :)

Un beso con sonrisa :)

sabbat -

Estoy en aula de informática y me están dando una clase de word. Soy más burra que la hostia, tío

Un besazo ;)

sabbat -

Me Encantan los sueños donde contactamos con nuestro lado heróico. Te felicito por un sueño tan lleno de Sensaciones vivas :)

Un beso