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El Salón de las Músicas Perdidas

Bienvenidas

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No me termina de gustar el trabajo que ahora realizo. Tampoco es que lo odie, pero a nivel físico es mucho más exigente (hay que salir mucho a llevar cartas y paquetes de expedientes, papeles, comunicaciones... subir y bajar muchas veces la escalera de la consejería...) que el anterior y el sueldo es menor, lo que siempre es un dato a tener en cuenta.

Está unos minutos más cerca de casa y somos en total cinco subalternos, dos de ellas veteranas, así que el trabajo tampoco es para matarse por la posibilidad que tenemos de repartírnoslo.

Y sigo con la espada de Damocles de que sólo tengo a 21 personas por delante mio en la lista de auxiliares administrativos y puede que en un mes o menos me llamen para ofrecerme otro puesto de trabajo. Que sin embargo será a todas luces de menor duración que este, que todo apunta a que año y medio aquí, si quiero quedarme, no me lo quita nadie.

 

En fin, que son muchos factores que se van a concentrar en los tres segundos que voy a tener para responder si me quedo o me voy cuando me llamen los de Función Pública para ofrecerme un puesto de auxiliar administrativo. Y aunque no debería ponerme nervioso antes de tiempo, es mi personalidad, no puedo evitarlo.

 

En todo caso, hubo otro estreno esta semana. El lunes, justo antes de salir de casa para ir a trabajar, se me rompió la montura de las gafas. Ya llevaba una temporada que me daba la impresión que a veces se quedaban como demasiado arqueadas cuando las limpiaba, y luego se ponían normales al cabo de un tiempo con un "clac", como si algo se encajara y se desencajara. Y más bien era que se iba rompiendo el lugar donde la parte superior de la montura de la lente izquierda se unían al puente de la gafa.

A esas horas no tuve otra opción que ponerle algo de celo confiando en que aguantara y cogerme las gafas anteriores que siempre las guardo como respuesto para casos como estos por si el celo no aguantaba. Las gafas viejas debían tener perfectamente catorce años o así, porque las que llevaba que se rompieron cambiaron dos veces de montura los cristales al no haber cambiado más que media dioptría la graduación y en ese momento pensé que para qué gastarme una pasta en otros cristales por media dioptría y sólo cambié la montura cuando se rompió...

El celo aguantó durante toda la jornada y por la tarde fuí a la óptica a ver qué se podía hacer. En principio mi idea era cambiar sólo la montura, como la última vez, ya que no me parecía que fuera reparable la ruptura de la montura con un cierto grado de garantía de que no se rompieran a la mínima en breve otra vez. Pero una vez allí me informé de que las lentes habían bajado algo de precio desde la última vez que me había interesado por su precio y con lo que tengo ahorrado era muy asequible comprarme unas nuevas.

 

Así que eso hice. Y tuve suerte que al día siguiente me llegaron, así que ahora tengo gafas nuevas, las de la foto.

 

Las anteriores ganas me han durado catorce años o así. Preveyendo que esto vuelva a pasar, cuando las vuelva a cambiar tendré 45 años.

¿Qué habreis visto hasta entonces, gafas nuevas? ¿Qué cosas me habreis ayudado a contemplar? ¿Qué camino vamos a recorrer juntos?

¿Me ayudareis a ver otra vez el rostro de N. acercándose al mio con los labios entreabiertos y brillantes y los ojos entrecerrados? ¿Contemplaremos juntos alguna vez el rostro de mi hijo mientras duerme? ¿Os humedecereis con mis lágrimas mientras sufrimos juntos la perdida de alguien muy querido? ¿Con qué avances científicos y sociales nos maravillaremos juntos? ¿Qué horrores y dichas pasarán ante nuestra visión compartida?

 

Sin vosotras no veo los matices, es así de simple. Dependo de vosotras.

Y desde ayer hemos empezado un camino juntos.

Caminad conmigo.

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