DESDE TU ORILLA NO ESCUCHAS MI VOZ
El viernes imaginaba que me iba a llamar N. para quedar por ser su cumpleaños, como había dicho el miércoles cuando me llamó. Y a pesar de que soy consciente de que fui borde con ella por teléfono y que podía haber pasado de mí, tenía el pálpito de que no lo haría. Aun así el jueves y la mañana del viernes pasaron sin saber nada de ella y ya pensé que me había equivocado y que una vez más había sido prepotente y que no me iba a llamar.
Sin embargo sí que me llamó, mientras iba al gimnasio por la tarde. Y quedamos para por la noche.
Yo tenía pensado dejar la bronca para otro día. Porque sabía que íbamos a tener bronca, porque le iba a plantear que yo personalmente con quería seguir así, sin saber nada de ella porque quisiera hacer de ermitaña, sin que se preocupara por lo que me pasara, sin responder ni siquiera con un “hoy no puedo, ya hablaremos” cuando la escribo diciendo que estoy jodido. Sabía que la cosa podía desembocar en un “paso de ti, vete a la mierda” por parte de ella y aunque sólo era una posibilidad remota podía ser yo el que lo dijera, porque empiezo a estar cansado.
Si María ya lo sé. Con otras personas no me importa que pase eso. Pero con ella sí me importa. Ya sé que no es muy consecuente eso.
Sin embargo ese día no. Era su cumpleaños, broncas las podemos tener todos los días, por hoy que al menos se lo pase bien. No voy a comentar nada, amén a todo lo que diga y quiera hacer y yo simplemente cuando me canse me pillo un taxi y me voy. Ni tenía intención de reprenderla, aconsejarla, filosofarla, retenerla ni criticarla. Un día es un día y vamos a probar a ir con la corriente.
La cosa empezó mal para mis intenciones de postergar la bronca porque ya cuando me llamó se la notaba bebida. Sus compañeros de trabajo la habían invitado a comer y había corrido la sidra. Y lo que era una impresión mía se confirmó cuando nos vimos. Desde enero soy consciente de que no me gusta mucho esa N. que se pasa bebiendo. Ni cómo se comporta ni lo que me hace cuando está así, dejándome de lado durante largos ratos mientras se va a departir de pijadas con alguien que conoce o que acaba de conocer. De pijadas o de charla amigable, es cierto, pero normalmente, por lo que llego a escuchar, de pijadas.
El efecto secundario del asunto es que venía cariñosa y con ganas de besos y que la mimaran, con lo que mi decisión de dejar la bronca para otro día y decir amén a todo coincidió bastante bien. De haber decidido tener bronca y haberme dejado hacer luego al ver que estaba en esa actitud, se me habría caído la cara de vergüenza luego y hubiera demostrado una vez más que soy demasiado débil para ser fiable.
Tras hacer de tripas corazón notando las miradas de toda la cafetería de enfrente de mi casa mientras ella hacía notar el puntín que llevaba encima y llegaba otro amigo suyo con el que habíamos quedado, nos trasladamos de lugar, a donde había tenido la primera bronca grave con ella, a 20 kilómetros de Oviedo, la vez que me tuve que volver a casa en taxi y empecé a ser consciente de que esto no iba a funcionar. Bueno, pensé, a ver si esta vez es igual o distinta.
Fue igual. Aquí está el burrete de Androgén tropezando dos veces en la misma piedra. Pero nada, ya sé que aquí llegan los taxis, cuando pase un tiempo adecuado para que no se mosquee, doy por terminada la fiesta de cumpleaños por mi parte y me largo.
Pero entonces llegó una amiga suya de toda la vida, con la que por lo visto había montado una parecida la semana pasada y ella y el otro amigo decidieron que era momento para cantarle las cuarenta. Al principio yo no participé, pero vistas como iban las cosas, mi anterior resolución de no montar lío por mi parte se debilitó y me apunté al carro de lo que estaba pasando.
Hala, ya la tenemos montada. Progresivamente se le pasaba la borrachera y la cosa derivó en antiguos agravios, actitudes y comportamientos echados en cara. Para terminar de ponerla sobria y poder llegar a algo útil del mal momento, su amiga sugirió llevarla a un sitio donde suelen ir que sirven comidas nocturnas (hamburguesas, patatas, cosa así) cerca de donde ambas viven. Es decir, cada vez más lejos de Oviedo y en lugar más inaccesible. Y ahí fui yo esperando recibir una respuesta a las preguntas que tenía. Cogí y llevé su coche tras ellas que habían montado en la furgoneta de la amiga porque ella no estaba para coger el coche. Llegamos al lugar, se pusieron a comer algo (yo ya había cenado) y N. recuperó del todo la sobriedad y su amiga y yo recibimos las respuestas que pedíamos.
No nos gustaron. Al igual que a N. no le gustaba, siendo perfectamente consciente de lo que pasa cuando bebe, que pensemos que es tonta y se le va la mano. No se le va la mano, quiere que se le vaya. Quiere pasar de pensar, pasar de preocuparse y descargar, darle al caos, divertirse en el momento y no pensar en las consecuencias.
Y la verdad es que es su derecho. Si no queremos que se comporte así, si es por decisión propia consciente comportarse así, es nuestro problema.
Las recriminaciones volaron y fue el turno de su amiga y mío de recibir algunas para las que no teníamos respuesta. Así que al final recibimos todos.
Descubrí una vez más que lo que pienso y cómo me comporto no se corresponden a menudo, cuando su impresión de la primera reunión de enero tras el “secuestro” se reveló muy distinta de la mía. Básicamente que me había comportado como un presuntuoso que se creía un regalo sexual para ella y que había considerado un simple polvo mi desvirgamiento y le daba permiso para disfrutar de mis delicias cuando le quisiera y me viniera bien.
Yo sinceramente no recuerdo haberme comportado así, pero entre el mosqueo que llevaba aquel día por cómo había sido y el mes de silencio y que soy consciente que estaba como un guaje de 14 años que se estrena en el sexo (entre encantado de la vida y en plan “joer que guay soy y me siento”) igual algo de eso hubo pero la verdad es que no recuerdo toda la conversación ni el tono en que hablé como para poder asegurarlo. Lo que si es que cuando ella me dijo que aquella vez se estaba disculpando recuerdo perfectamente que no lo hizo en ningún momento, ni antes de que yo supuestamente me comportara así, y así se lo hice ver.
En fin, que su amiga ya se había ido y al final habíamos sufrido todos nuestros golpes en el ánimo y las relaciones. Y cuando por fin conseguí un taxi para irme (que allí no daba servicio ni el carro de los dioses y manda huevos que uno esté igual de aislado en plena cuenca minera de Asturias que en lo alto del Pajares en León) la cosa había cambiado a que el que más golpes llevó fui yo y el que estaba casi (CASI, tampoco caí tan bajo) era yo, y el que tuvo que pagar 40 euros para poder irse a dormir a casa fui yo. El que siente que sus problemas son una mierda soy yo. El que siente que pide demasiado soy yo. El que queda como un exigente dependiente inconsecuente soy yo.
Y el que está muy cansado soy yo.
Al día siguiente quedé con los colegas para la partida y no lo pasé bien. Siento que me empiezan a molestar también y siento que es algo absurdo las cosas que hacemos y a las que jugamos.
Resumiendo, que hoy es un día precioso, ha salido el sol, es lunes y estoy agradeciendo haber ido al trabajo para no tener que pensar, dejar que las neuras que tengo vayan perdiendo voz inmerso en la rutina del trabajo y mi vida insulsa.
Quiero pasar. Estoy en medio de un campo de batalla, de una matanza en el camino y quiero ignorarlo. Girarme y tirar para adelante. Quiero que me de igual si yo he empuñado la espada y quienes son esos cadáveres o si los conozco.
Hoy quiero pensar “a la mierda” y seguir.
A ver que tal se me da eso.
2 comentarios
Androgen a María -
La otra mitad que si entiendo me hace reflexionar. Y creo que te equivocas en algunas cosas. Pero analizado está siendo.
Me alegra saber de tí y entender que vas hacia adelante a toda carrera. Realmente el ejemplo de que quien se esfuerza lo consigue aunque sea durísimo, lo estás dando.
Ya no sé hablar con vueltas o dobles sentidos. Tal vez por eso me cuesta entendete ahora. O tal vez porque tú ya no andas en la tierra, sino por los cielos. Para todo hay grados y escalas.
En todo caso, no pares. Y dragón nunca pensé que fueras por mí. Hay diferencias entre los dragones occidentales y los orientales, y nunca te ví muy occidental, no sé si me entiendes :)
Un abrazo María.
María -
Póg mór.
(a mí es lo céltico lo que me tira, ya ves)
Que sigas bien, campeón. Y no, de dragón tengo nada para ti. Todo para mi princesa, que aparte de ser niña mía, también es el niño que la comprendió y la cuida; libremente pero sí.
María tiene nombre y apellido hoy por hoy. El que se está haciendo a si misma con muuucho esfuerzo personal.