Blogia
El Salón de las Músicas Perdidas

LA CIUDAD NO ES PARA MI

LA CIUDAD NO ES PARA MI

 

 Al final no se produce el esperado viaje a su casa en el pueblo. El miércoles le entra el deseo de cambiar de destino, aunque más bien el cambio es de objetivo: ya no se irá a descansar el final de sus vacaciones, a relajarse, a reírse conmigo, a que intente darle un toque nuevo a un lugar conocido. Ahora siente la necesidad de despejar una importante incógnita, de responder a una pregunta vital, de encontrar un posible camino de desarrollo que lleva años insinuándose. Y aunque a mi me parezca que eso puede hacerlo perfectamente en Gijón o en el mismo Oviedo, ella quiere irse a Madrid a despejar esa duda de la manera más explosiva posible. Por otra parte son sus últimos días de vacaciones y confiesa que le da mucha envidia cuando todos los que conoce a su alrededor le cuentan de sus viajes a por lo menos fuera de Asturias (fuera del país en mi caso) y ella se ha tenido que quedar durante sus vacaciones parada por lo que le pasó en el pie y ahora también quiere viajar, ir a un sitio nuevo.

 

 Entiendo los argumentos y tras un par de horas de debate interno cedo y acepto acompañarla.

 Si, exactamente, acompañarla a esa ciudad que sólo me ha traído amarguras en cuando a mis estados del alma, que me robó poco a poco a mi cómodo entorno de amigos, esa ciudad de la que siempre hecho pestes porque ni ella me quiere ni yo la aprecio.

 Esa misma.

 

 Por una parte muchas de las ilusiones del fin de semana se mantienen, simplemente cambia el entorno, pero el hecho de que voy a compartir tiempo con ella, a convivir aunque sólo sea unos días, me sigue emocionando. La posibilidad de que la relación evolucione a otro nivel también sigue ahí, aunque hay luces de alarma relativas a la pretensión fundamental del viaje, al descubrimiento que quiere hacer. Pero sigue habiendo posibilidades. Y por otra parte igual yendo en compañía desde aquí, en vez de ir a buscar la compañía en Madrid, hará que la visita sea mejor, más enriquecedora, que pueda ver la ciudad con ojos nuevos y sorprenderme y tal vez llegar a una tregua con el lugar y sus gentes.

 Además vengo de viajar hace poco al otro extremo del mundo, ¿le voy a tener miedo a irme a la capital de mi propio país?

 

 Así que no sólo es que acepte ir con ella, sino que delega en mí la tarea de organizar el viaje. Busco y encuentro un hotel barato y de calidad con oferta especial y pido el favor a un colega de que me lo reserve con su tarjeta de crédito y se lo pagaré cuando nos veamos, planteo las posibilidades de desplazamiento y decidimos a la par viajar en su coche por parecernos la mejor opción, busco los lugares de interés y elaboro una breve lista de lugares a visitar para que luego allí elijamos cuales ver (es sólo día y medio al fin y al cabo, no da tiempo ni a ver lo mínimo), saco los planos de Internet (la verdad es que Google es útil de narices) y maniobro con diplomacia maquiavélica en casa para informarles que la decisión está tomada y me voy de viaje, que se ahorren lo que me vayan a decir porque es un hecho consumado, no estoy informando de un posible plan sino de una realidad.

 

 El viernes después de comer nos ponemos en marcha. Ha llegado un poco antes de lo esperado y creo que es por nervios, la noto nerviosa. Para ella es un gran viaje de descubrimiento y se le notan las ganas. Y el viaje es entretenido, con un par de paradas para no agobiarnos demasiado, sacando todo el rendimiento a su gps que nos hace un gran servicio ayudándonos a esquivar parte de los peajes del camino aunque uno nos lo comeremos con patatas a la ida y a la vuelta. La compañía es buena para los dos y la charla es fluida, el viaje es cansado si pero se pasa rápido. Y finalmente llegamos a Madrid, entramos bien y el gps nos lleva correctamente al hotel. La cosa parece empezar bien. Se enturbia un poco cuando me informan en el hotel de que tenía que haber pedido reserva del parking y ahora está completo y no podemos meter el coche ahí, pero el barrio donde estamos resulta ser tremendamente tranquilo y bastante seguro y durante dos días el coche dormirá aparcado serenamente frente al hotel y nunca habrá preocupación por su estado.

 Las cosas parecen ir bien. Cambiamos la habitación por una un poco más pequeña pero en zona de fumadores por comodidad para ella (aunque luego sólo hará uso de ese tema dos veces durante la estancia) y al poco de llegar le planteo las opciones importantes que hay que elegir ese día, si irnos el viernes mismo a encontrar la respuesta a sus dudas o dejarlo para el sábado. Decide ir el viernes mismo y a ello vamos. Nos arreglamos, salimos y partimos a la aventura.

 

 Salir de marcha por Madrid es una mierda igual que salir de marcha por cualquier otro sitio. Más caro probablemente. Más gente, si. Pero todo es igual. Las mismas posibilidades, las mismas reacciones y los mismos comportamientos. Pero yo no estoy aquí para encontrarme cómodo o divertirme. Desde el mismo momento que me dijo donde quería ir, yo sabía que la noche que fuéramos no era para mí, era para ella. Y lo acepto. En cuanto llegamos al destino principal del viaje para ella, yo doy un paso atrás y así se lo digo y estoy únicamente para darle apoyo moral, para que se relaje sabiendo que si algo sale mal ahí estoy yo para sostenerla como amigo. Esta es su noche y yo no voy a plantearle un problema.

 

 Y consigo cumplir mi palabra… las primeras 7 horas. Es la hora octava, cuando ella toma la que probablemente es la decisión más tonta del viaje cuando empiezo a enturbiarme. Durante esa hora empieza a volcarme encima toda la realidad de lo que está pasando. Y la cosa está saliendo en gran parte como ella quería, pero no como yo esperaba y mis aguas se polucionan, mi alma se enturbia. Aunque tengo un motivo objetivo, subjetivo y real para enfadarme, cuando explota mi enfado es por un detalle tonto, como me pasa muy a menudo y provoca la reacción típica, la defensiva, el ahondar más en la tontería que me ha desbordado la boca que en el fondo importante del asunto y que por esta vez tengo razón.

 

 Pero bueno. Enseguida surge el hecho de que al final la noche no ha sido buena no por mi culpa, lo mío ha sido sólo el remate para ella. No, la mañana del sábado es mala para ella porque no ha encontrado lo que quería, al menos no del todo, y está desesperada porque ya no sabe donde buscar, cómo buscarlo o ni siquiera si alguna vez lo encontrará. Yo no soy el que provoca su angustia, mis neuras ni la afectan esta vez porque hay algo más importante en lo que pensar.

 Y son malos pensamientos.

 

 Así que me decido por intentar que el viaje no sea un fracaso, por intentar que lo que resta se lo pase lo mejor posible. Y mi incómodo aliado para ese intento es un Madrid acalorante, soleado, con menos gente de lo habitual por las fechas, pero sigue demasiado poblado para mi gusto. Pero lo intentamos, ella y yo. Intentamos ser dos amigos que disfrutan de la visita a una ciudad grande que no es la suya.

 

 Hay importante obstáculo: su pie no está bien (los médicos en general suelen hacer un trabajo bueno y esforzado, pero en épocas de verano parece que se quieren deshacer de la gente rápido para irse de vacaciones, como si les molestáramos. Lo he comprobado con N., con mi compañera de trabajo y con mi tía. A menos que sea una cosa de vida o muerte despachan rápido en plan “no me deis problemas” y si al paciente le duele, le molesta, se encuentra mal… pues que le den por culo. No voy a esforzarme demasiado a una semana de mis vacaciones. Y el pie de N. no está bien, no puede doblar uno de los dedos del pie y otro sólo a medias, le duele, se le hincha, le dan aguijones de dolor, cojea… eso no ha curado bien y nadie hace nada y es desesperante. Ya le he dicho que cuando volvamos quiero que remueva piedra sobre piedra hasta que alguien le haga caso porque sino va a estropear los tendones y músculos y huesos para toda la vida Eso también lo teme ella y lo va a hacer, así que no es una neura mía), el cansancio de estar de doblete nos termina pasando factura y el sábado sólo podemos emplear unas pocas horas en ver un par de sitios y tenemos que volver al hotel. Es mejor que descanse ahora, que baje la hinchazón, que durmamos mucho para intentar recuperar lo mejor posible para el domingo poder aprovecharlo a fondo y que no tenga problemas para conducir de vuelta.

 

 No perdemos del todo el sábado. Hemos visto el apasionante Templo de Debod y usamos el día para apartar las nubes que se formaron entre nosotros y dentro de nosotros el día anterior. Volvemos a estar bien… pero lo roto no puede estar entero y el viaje ha tomado otro color. Aunque lo noto intento dar forma a mis ilusiones pero con poco brío, intuyo que no va a darse la situación a pesar de que nos quede día y medio y en efecto, mi intuición es correcta. Al final mis intentos tienen un toque de desesperado que ella corta y nada, ahí quedamos. Simplemente visitando y compartiendo. Pero no con el alma en mi caso.

 Es ese día cuando le expongo que no debe sentirse mal por no haber encontrado lo que quería. Madrid es una sirena que te atrae con su canto, te promete que en ella podrás conseguir lo que siempre has querido, que todos tus sueños explotarán en un glorioso destello de luz como un fuego artificial. Te promete que es el lugar de las oportunidades y de las esperanzas cumplidas, donde podrás ser importante y hacer realidad los más deseados sueños.

 Y en realidad no es más que otra ciudad, un poco más grande que las demás, con sus mismas rocas afiladas, sus cristales rotos esperando tus pies descalzos, sus pozos de aguas negras y desagües de cloaca.

 Ni mejor ni peor.

 

 Ella concluye al final que tengo razón.

 

 Y tal vez consigo animarla un poco, entre la visita a la ciudad (el domingo vemos muchas más cosas, nos da tiempo a más), entre mi actitud de siempre (que para ella es terreno conocido, me puede decir que no casi ya como acto reflejo y sabe a que distancia mantenerme y lo que puede esperar de mí, no hay malas sorpresas, no hay dolores nuevos, soy fiablemente débil y dócil) y que hay que intentar que el viaje no sea un fracaso, por ella misma y por mí. El destino, las circunstancias y la suerte han hecho que no sea un viaje glorioso para ella ni para mí, pero podemos hacer que no sea un desastre e incluso sacar algo bueno, eso sí podemos hacerlo nosotros esforzándonos, luchándolo. Y lo luchamos y lo conseguimos, que el balance final no sea negativo.

 

 Al final nos podemos en marcha para irnos más tarde de lo planeado y nos liamos para salir de Madrid, el gps esta vez no cumple tan bien su tarea, pero finalmente escapamos (si, escapamos, y lo celebro con vítores cuando salimos de la presa que esta ciudad maldita intenta tendernos y ella debe pensar que lo digo en coña, pero para mi son muy en serio esos vítores celebrando) y aunque al principio el viaje es un poco más problemático porque tenemos el sol bajo y de cara y nos fastidia al final salir más tarde de lo planeado (y porque no haberse ido el lunes, os preguntareis, siendo fiesta en Asturias y pudiendo habernos quedado un día más… Ya lo habíamos decidido al principio del viaje, para ella es el final de sus vacaciones y quiere tener el lunes para poner en orden sus horas de sueño y su mente en vistas a tener que volver a empezar a madrugar y volver a la rutina, no quiere llegar cansada del lunes y ya tener que madrugar el martes y estoy de acuerdo) al final durante el viaje vuelve la charla profunda y la intrascendente, vuelve la música y la risa, vuelve el compartir el trayecto y las miradas sin hablar. Terminamos de poner en orden nuestras almas y finiquitamos lo que ha pasado el viernes (por lo menos en la parte que afecta a lo que hay entre nosotros, lo que cada uno siente dentro que le pertenece sólo a él mismo supongo que tardará más en encauzarse, pero eso ya es cosa de cada uno y habrá que lucharlo personalmente) y al regresar podemos volver a nuestras vidas, que en mi caso al menos es la mejor opción.

 

 Así que el balance final no es tan amargo como las otras veces que he visitado el Sumidero Negro (Madrid), pero sigue sin ser positivo. Madrid sigue sin mostrarme su mejor cara (que seguro que existe) y yo sigo desconfiando de ella y odiándola un poco. Y con N…. finalmente ahora sé que hay otra rama podada. En el caso del nuevo giro que pretende introducir en su vida, no sé si será lo que necesita realmente o no, lo que si sé es que después de ese viernes en Madrid, ya no me necesita para experimentarlo.

 

 Ya no me necesita en muchas cosas. Lo que yo crea no importa. Esa es la realidad.

 

 

 Y ahora a intentar volver a la rutina. O a otra rutina, pero desde luego no quiero más sorpresas, viajes ni emociones durante una larga temporada…

2 comentarios

Androgen a La Dama Oscura -

Lo habitual en este mundo es que las cosas no salgan como queremos... para bien o para mal. Me suele tocar el "mal", para qué negarlo...

Un abrazo

La Dama Oscura -

Vaya, siento que el viaje no fuera como habrías querido que fuera.
Un abrazo