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El Salón de las Músicas Perdidas

CERRANDO CUENTAS

CERRANDO CUENTAS
Hace poco terminé una laaaaarga relación sentimental de más de 20 años con Cajastur…
Se formalizó un divorcio anunciado en una relación sin amor y llena de reproches en forma de comisiones trimestrales, en la cual había sido infiel ya desde hace tiempo y tras un breve coqueteo con otro banco le entregué mi corazón y mi cuenta vivienda, lo que convirtió mi historia con Cajastur en un lento declive hacia la separación.

O sea que ahora tengo mi dinero sólo en un banco, uno en el que al menos no pierdo dinero por tenerlo guardado ahí, que ya es lo mínimo que se puede pedir. El sistema bancario es una estafa legal bien montada para que el ahorrador quede agarrado por las pelotas, pero al menos en el que estoy ahora no aprietan tanto e incluso parece que no te agarran fuerte…

Supongo que terminaré en otra decepción, pero por ahora al menos no duele.


También recuperé el corazón que había dejado en depósito en el Banco N. O hablando en plata, tuve que dejar de amarla.

Son más de cinco años luchando y no basta el esfuerzo, no basta la ilusión, no basta esforzarse. Tras la enésima etapa de silencios, tras sufrir día a día por no saber de ella, por ver como mi lucha se estrellaba en un muro, un día me dije “basta”. Basta de sufrir por algo que no existe más que por mi parte. Basta de intentar conseguir que otra persona sienta lo que no siente. Basta de dar por supuestas cosas que no existen, basta de buscar dobles o triples sentidos a palabras, gestos, ausencias…

Basta de amar unilateralmente.

No digo que no la quiera, si que sigue siendo mi amiga, una persona con la que puedo hablar de cualquier cosa, una persona cuya opinión y vivencias me interesan, un par de ojos y oídos extras que llegan a sitios donde los míos no llegan, una mente que me ayuda a ver otros puntos de vista, un rostro y un cuerpo y un corazón que encienden mi deseo, una compañía bienvenida y agradecida, alguien con quien compartir las risas y las preocupaciones. Sigue siendo todo eso.

Lo que ya no es es la persona con la quiero pasar el resto de mi vida, tener hijos, compartir todos los segundos y envejecer. Algo muy gordo tiene que cambiar para que eso pudiera ser posible. Algo debería cambiar en su forma de ser o en la mía, porque tal como están las almas ahora mismo, no somos compatibles. Somos demasiado distintos en cosas fundamentales sobre entender las relaciones, la entrega, el compromiso y el riesgo de amar.


Haber decidido y vivir según esa decisión no me hace más feliz ni más infeliz. La vida es como es y sigue siendo, no soy mejor persona ni peor que antes. Hemos quedado ya varias veces desde que tomé esa decisión y se la comuniqué en una larga charla que se comió los 20 euros gratuitos que me quedaban de los que había ganado en una oferta de mi compañía de móvil pero que fue necesaria. Nos hemos visto si y seguimos hablando, riendo, pensando, preocupándonos… Podría decir que las cosas no han cambiado, sólo he cambiado yo en un detalle y el mundo no se ha sacudido. Esto no es una película, la vida no dura dos horas y los momentos no tienen banda sonora y primeros planos de rostros arrasados por la emoción para que sepas que lo trascendentales que son, puntos de giro fundamentales, fronteras del antes y el después. No hay antes y después en la vida, o hay tantos cada día que el concepto pierde sentido y trascendencia.

No hay fundido en negro y cartel de “fin”. Bueno si lo hay pero uno no llega a poder leer su cartel. Y sólo hay uno, el último y definitivo.

El resto de presuntos finales no son más que paradas para los anuncios, volvemos enseguida.

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