Ganar perdiendo
Aceptamos la derrota. Qué remedio, como si no aceptarla fuera a cambiar las cosas..
Todos aceptamos en algún momento u otro que podemos perder. Pero queremos perder a nuestra manera. Queremos que la derrota tenga un sentido, que se saque una lección, que deje una huella... que sea con nuestras condiciones.
Podemos perder, pero queremos pensar que lo hemos dado todo y simplemente el otro era mejor. Hemos perdido pero nos hemos esforzado más que nunca, nos hemos superado y salimos de la experiencia si no ganadores, al menos más fuertes.
Podemos perder, pero hemos dejado una huella indeleble en el otro. Nos han dejado pero pensarán en nosotros, en cuánto le quisimos, más que nadie podrá quererle nunca, recordarán nuestros gestos, cómo nos desvivíamos por ella... comparará siempre a sus futuras relaciones con nosotros y siempre seremos una constante referencia en su vida. Puede que incluso en el futuro se arrepienta siempre de haber terminado lo que existía...
Podemos perder, pero decimos la última palabra, la última frase venenosa, la última puñalada... que hará que pase noches y noches pensando que teníamos razón, sin poder dormir, sufriendo por saberse tan miserable, se dará cuenta que teníamos razón...
Podemos perder, pero ha tenido que sacrificar tanto para vencer que ha quedado tocado permanentemente, nunca podrá amar por entero, nunca podrá alcanzar otro orgasmo tan intenso, nunca podrá volver ser natural, a confiar, a entregarse...
Podemos perder pero el otro no ha ganado. Ha sido algo pírrico, tanto que mejor que ni lo hubiera intentado.
Podemos perder la batalla, pero ganaremos la guerra.
Podemos perder, pero nuestro ejemplo se cantará por siempre en historias y poemas, dará fuerzas y sentido a los intentos de las generaciones posteriores, será un ejemplo de honor y determinación para siempre. Podemos perder pero será glorioso.
Podemos perder pero no hemos sufrido graves daños, podemos volver a salir del agujero, no se ha perdido casi nada, aún hay esperanzas.
Podemos perder, pero porque yo me he retirado porque no valía la pena la lucha.
Podemos perder pero hemos sacado una experiencia que nos hará alzarnos más y más en el futuro, como una roca que nos aplastó pero sobre la que ahora nos alzamos, hemos perdido pero hemos aprendido y no volveremos a perder, desde luego no así...
A veces es cierto que hemos perdido a nuestra manera, como queríamos, que nos hemos sacrificado donde cómo y cuando queríamos y por quien queríamos. Otras veces simplemente nos engañamos y la derrota es eso, simplemente que nos han superado, que hemos perdido algo que valía la pena por nuestros errores o por la combinación de los nuestros y los suyos.
Pero he jugado lo bastante a rol y a videojuegos, he leido lo bastante, he oido lo bastante como para saber reconocer cuándo la derrota no es definitiva, cuándo la derrota era necesaria para darle sentido a todo, cuando la derrota era en realidad una victoria.
Y hoy, a día de hoy, no quiero derrotas que piense que son victorias. Con N., con la oposición del domingo y el tercer examen de la misma, con ciertas cosas de mi vida... no quiero derrotas victoriosas.
En esas cosas, quiero GANAR. Simplemente.
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