El ojo del contemplador
Últimamente me encuentro en la extraña e inusual situación de ser el espectador de los errores, salidas de tono, comportamientos equivocados y líos emocionales de unas cuantas personas que conozco desde hace años. Y digo inusual situación no porque sean gente perfecta, sino porque normalmente soy yo el que comete esas tropelías o estoy tan embebido en mis propios problemas que no hago mucho caso a lo que les pasa a los demás.
En estos dos casos concretos que tengo en mente en estos momentos, he visto la situación antes del problema, he visto los primeros pasos del problema, los primeros terremotos en intensidad creciente provocados por los problemas, he intentado dejar caer algún consejo sugerencia o advertencia para que la cosa no llegara a más pero sin meterme a fondo en donde nadie me llamaba, he visto explotar el problema y ahora he visto la convivencia con los efectos posteriores de los problemas. Y además en uno de los casos me temo que no ha quedado tan zanjado como sus participantes afirman y la cosa va a resurgir o continuar dando problemas de baja intensidad durante bastante tiempo.
Es raro estar en el otro lado de la barrera. Y es raro haberlo visto venir y que suceda. Tampoco mas las voy a dar de profeta o psicólogo, ya que muchas veces me veo venir cosas y luego muchas no suceden, así que es como si quisiera cazar una hormiga a cañonazos, disparo en grueso y algo pillo y si no es en este disparo será en el siguiente
Mirando las cosas desde una perspectiva egoísta (es decir, los problemas de la gente son problemas en sí mismos, son cosas que me deberían de preocupar porque son gente que conozco de mi entorno, pero como eso ya se da por supuesto voy a hablar más bien de la parte que me afecta ) uno de los problemas afecta a mi modo y estilo de ocio y el otro me afecta muy personalmente a nivel emocional y sentimental, aunque en realidad sea un problema particular de esa persona.
En el primer caso la cosa tampoco es tan grave como para pensar que pueda acabar en ruptura, pelea, malos humos, odios eternos y guerra fría. Son simplemente emociones sacadas de quicio, suposiciones erróneas (que dados somos a suponer que somos unos genios de la psicología y pillamos las indirectas, sabemos interpretar una décima de segundo de miradas de reojo o silencios, que conocemos el esquema de actuación de las emociones ajenas y luego quedamos como tontos cuando la gente y las situaciones nos sorprenden una y otra vez, pero no aprendemos y a la siguientes seguimos pensando que sabemos qué está sintiendo el prójimo ), una normal falta de comunicación (nadie le cuenta todo a nadie, ¿por qué seguimos suponiendo que sabemos todo lo que les pasa a nuestros conocidos?) y una alarmante falta de empatía. Lo malo de estas situaciones que contándolas suenan tan tontas que uno se sorprende de que les suceda a tipos de más de 30 años, es que nos descubren aspectos de la gente conocida que aunque no sean de rechazo inmediato y justo desprecio, si causan inquietud, malestar y ligero desagrado. Se supone que debemos disculpar los pequeños defectos de la gente, las cosas nimias, porque sino no seríamos capaces de vivir en sociedad, pero molesta bastante estar acostumbrado a ignorar o dar por sentados ciertos defectos y descubrir otros nuevos o que los antiguos se agravan.
Aunque da igual que me moleste o no, da igual que me desagrade o no. Pasar de la gente que conozco sería una ruptura tan total con la rutina, con lo que se da por supuesto, supondría una lucha tan grande para remontar, conocer nueva gente que me soporte y disculpe y establezca lazos, que como de costumbre pasaré del tema a menos que se produzca una situación tan grave que lleguemos al no puedo seguir por aquí, debo romper contacto con esta persona. Y para llegar a eso ha de pasar algo muy gordo, así que como ya he dicho cositas pequeñas como estas no lo causarán.
El segundo caso es algo mucho más importante. He visto a una persona cometer el peor acto de su vida del que yo tenga conocimiento. Un acto cruel, absurdo, egoísta, estúpido, irracional y que ha hecho daño a alguien inocente. Por causa y efecto eso ha provocado que el daño vuelva reflejado a la persona culpable, porque de ser mala persona lo hubiera cometido y no le afectarían las consecuencias, pero como no es mala persona si le afectan. Porque hizo algo fuera de su comportamiento habitual, la crueldad es algo inherente al ser humano, cuando somos niños somos crueles, egoístas, egocéntricos. Crecemos y aprendemos que nos duele el dolor de otros, no sólo el nuestro. Como ondas en el agua, no sólo afecta a donde caiga la piedra, hay temblores en derredor. Y aprendemos a querer a otros más (o por lo menos igual) que a nosotros mismos. Pero el poso siempre está ahí y a veces grita con fuerza incontenible. Luego podemos arrepentirnos, pero en el momento el daño está hecho, en el momento queremos hacer ese daño. Vengarnos. Humillar al que ahora es rival pero antes era amigo, amante, pareja, alguien querido. Nadie quiere perder, al menos perder siempre. Uno se cansa de perder siempre, de no tener razón nunca (aunque no merezca tenerla), uno puede tener miedo a querer demasiado, a engancharse, a depender emocionalmente de otro. Y algo de esto fue lo que pasó. No sé el que. Algunas de las opciones antes dichas u otra distinta. Es probable que ni la persona infractora sepa exactamente por qué lo hizo. Pero lo hizo. Y yo estaba presente cuando le cayó la avalancha creada encima. De hecho me estaba contando la situación, que era consciente de estar haciendo mal, pero que tiraba para adelante no sabía del todo por qué. Tal vez por esa manía que tenemos todos a esta edad que ejerzo de pensar que ya estamos formados, maduros, creados, rodados. Que no vamos a cambiar, que no hay nada nuevo para nosotros, que seguiremos como estamos y haciendo las cosas que hacemos, las buenas, las malas y las regulares, hasta el fin de nuestros días.
Y en el momento soy perfectamente consciente de que esta persona es culpable. Sin paliativos, sin medias tintas. Es un acto malo, según toda definición y lo está cometiendo, no es mala interpretación de palabras, no es una explosión emocional de minutos, no es causa de una ingestión química que afecte al comportamiento normal. Es algo consciente, continuado en el tiempo y perseverado. Así que no intento disparar las culpas a otro lado, no intento buscar cabezas de turco ni razones. Simplemente veo sufrir a alguien a quien quiero, y aunque sea por algo que realmente ha hecho y es realmente malo, intento consolar. Acompañar. Disminuir el palo. Porque me duele su sufrimiento, aunque se lo haya buscado.
Es luego, al día siguiente, cuando analizo las consecuencias que tiene en mí lo que ha hecho. No sólo que aunque yo me oliera algo raro no me contara algo que había sido importante en su vida durante meses. No sólo que supusiera haber vivido una relación profunda que hubiera podido alejar a esa persona de mí en el espacio físico y emocional para siempre. También hay que pensar si yo quiero seguir en contacto con alguien capaz de hacer eso, valorar si es una ida de olla o algo inherente a su personalidad, saber si ha escarmentado y descubierto que no vale la pena la emoción breve y explosiva si luego causa dolor continuado y profundo.
Pero como ya he dicho que haría desde hace tiempo miento. Me mantengo ahí. En vez de contar esas dudas en cuanto puedo espero, pongo buena cara (o cara normal), hablo de tonterías, ofrezco compartir el tiempo libre, intento hacer sonreír en lo que pueda.
Y espero.
El viernes tuve la respuesta a la pregunta no hecha. No, no ha aprendido nada. Si, va a seguir igual sin intentar siquiera cambiar.
Así que hoy no espero otra cosa que vivir este día que empieza, trabajar las horas que debo, ir al gimnasio por la tarde, el tiempo libre que tenga preparar alguna partida de rol para el fin de semana intentar quedar con los colegas, algo de autosatisfacción física (aunque sea sólo rascarse donde pica) ya que nadie me la va a dar que no sea yo, acostarse a una hora razonable y mañana por la mañana valorar que quiero hacer con el día, como estoy haciendo ahora con el de hoy. Y así día a día.
No espero nada ya de esa persona. Y de los primeros sólo espero ya que no me vuelvan a afectar sus problemas.
Egoísta y despreocupado y mentiroso. Y vamos sumando a la lista de virtudes personales.
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