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El Salón de las Músicas Perdidas

EMO-TORIZADO

 Algunas personas vuelcan en su coche su afición y lo tratan como una mascota inanimada, cuidándolo, mimándolo, comprándole cosillas… hasta el extremo. Para ellos su coche es como su obra de arte y lo lucen hasta la chulería.

 

 Para otros no es más que un medio de transporte engorroso pero necesario, que les gasta el dinero y no les da ninguna satisfacción, pero tienen que usarlo.

 

 Algunos usan su coche para presumir, para destacar, para ligar, para atraer miradas.

 

 Para otros el coche es como el símbolo de su libertad, la posibilidad de poder ir donde quieran cuando quieran, sin tener que depender de horarios fijos de transporte público, sin tener que depender de otras personas… es como la cizalla que rompe algunas de las cadenas que nos atan y lo valoran como tal.

 

 Otros no quieren coche ni regalado. Por el coste, por los humos, por las preocupaciones… no lo necesitan ni lo quieren.

 

 Para algunos es el paso a la madurez. La toma de responsabilidad de las personas que van contigo en el coche y cuya vida está en tus manos. Se lo toman tan en serio como deben y son conscientes que el mejor viaje es aquel en el que llegas a tu destino sano y salvo.

 

 Para otros es el chute de adrenalina que necesitan en sus vidas. Se arriesgan, corren, hacen el gilipollas… todo por el subidón, como unos yonquis, eligiendo no ser conscientes de que no sólo se ponen en peligro a ellos mismos (allá uno con lo que se hace a sí mismo, estoy a favor de la elección libre del método de suicidio) sino que también pones en peligro a otras personas. En estos casos realmente los anuncios para coches, tan dados a equiparar los coches con un polvo o una excitación sexual y sensual, dan en el blanco, aunque a mí me parezca una mierda de manera de hacer publicidad y más que ganas de comprar el coche me den ganas de vomitar dentro de la camisa de los imbéciles que idean tal publicidad.

 

 Para algunos el coche es simplemente una caja con ruedas que te lleva a alguna parte. Ni le prestan especial atención ni les da alegrías ni penas. Casi lo ignoran, una sombra en la esquina de su mente, algo en lo que no piensan y que simplemente está ahí, como las nubes, los pajaritos y los papeles tirados por la calle. Son dueños de coches sólo de nombre porque ni se sienten propietarios ni esclavos. El coche no es lo bastante importante para ellos para dedicarle siquiera un pedazo inconsciente de su mente.

 

 

 

 Yo no sé cómo terminaré siendo de todos los casos mencionados arriba. Espero que un cretino inconsciente no, pero nunca se sabe. Lo que si es cierto es que mi Renault Clio de segunda mano ya está descansando en el garaje.

 

 Ya tengo coche.

Solitario aniversario

Solitario aniversario

 Mañana hace un mes de todo el lío este con N.

 

 Y no estoy bien.

 

 He perdido ganas de intentar las cosas. No me motiva nada la idea de esforzarme, intentar, arriesgarme, experimentar, soñar, desear...

 

 ¿Para qué? Mi vida va a seguir bien si no intento nada excepcional. Tengo trabajo hasta que dure, trabajo en el que no tengo que hacer de más ni de menos, sino sólo lo justo. Tengo una casa en la que vivir aunque no sea mía. Y aunque me fastidien algunas reglas, normas y circunstancias, tampoco estoy sólo cuando me pego el guantazo por fracasar en algo que intento y aunque no les diga directamente lo que me pasa, mi familia está ahí, un apoyo inconsciente, una forma de distraerme un poco del dolor y la pena.

 No voy a dibujar bien nunca. Me falta constancia e ilusión. Y aunque consiga algo, seré demasiado mayor ya para intentar nada serio en ese mundo a nivel profesional. Lo mismo me pasa con lo de escribir, aunque ahí la edad si que no es relevante. Pero no puedo seguir soñando con algo que llevo tanto tiempo intentando y...chico, que no, que ni tienes constancia, ni tienes arte, ni tienes inspiración, ni acabas nunca lo que empiezas.

 Y sobre el corazón... una relación real y ha jodido tanto como una ficticia. Quedan cosas buenas, algo que no suele pasar con las ficticias. Pero tampoco ha terminado demasiado bien. Tampoco me ha dejado más alegría que pena. Mientras se vive es intenso, muy intenso. Pero es como beber algo rico, cuando dejas de beber el sabor en la boca dura apenas unos segundos más y luego se desvanece, ya no sabe... ya no se disfruta. Y se queda uno con sed, pensando cuando podrá volver a beber eso tan rico de nuevo. Y al final terminas bebiendo cualquier otra cosa cuando tiene sed, sin darte ni siquiera cuenta, sin prestar casi atención... sin que te importe lo que bebes.

 

 Conozco los síntomas. Estoy deprimido. Esa depresión pasará, como todo en esta vida. Pero luego mi vida no será mejor, simplemente no me revolcaré tanto en lo malo. Pero eso no lo hará buena.

 

 He sido feliz durante un tiempo. Y ya no lo soy. Es todo el resumen que se puede dar. No es necesario decir más, creo.

LA PRIMERA DEL AÑO... EN LA FRENTE

LA PRIMERA DEL AÑO... EN LA FRENTE

 El día 2 de enero N. perdió la confianza que tenía depositada en ella como amiga. Y yo me equivoqué en algunas decisiones, lo cual agrava la situación.

 

 Uno de los mayores problemas es que lo que hizo no sé si lo hizo sólo por el alcohol o surgió de dentro de ella o una combinación de ambas. No creo que fuera sólo por beber, ciertas cosas creo que no se hacen si no existe una idea, una resolución dentro de nosotros que nos hace comportarnos de cierta manera.

 En este caso y como dijo ella, es que le importaba una mierda ese día el resto de la gente, yo incluido. Si fue sólo ese día o también pasa el resto de los días, no lo sé.

 Ayer le mandé un sms diciéndole que teníamos que hablar de lo que había pasado y me respondió que no, que no había nada más que hablar. Así que puedo suponer que no era sólo por el alcohol lo que pasó. O que es tan orgullosa que jamás reconocerá un error aunque este error venga dado por sustancias ajenas.

 Tampoco tengo muchas ganas de averiguarlo en este momento.

 

 He estado 4 años pensando que podíamos llegar a un término medio. Que podíamos acercarnos cada uno al otro sin renunciar a nuestras personalidades, pero sí aproximando posturas, modificando comportamientos, encontrando un equilibrio.

 Y me equivoqué. No podemos. Para que pueda llegar a ser la persona que puede estar con ella, tengo que renunciar a mi poder de decisión en ciertos momentos. A mi parte racional y abandonarme a la parte animal. Y no quiero hacerlo. Creo que sé divertirme sin llegar a los comportamientos suicidas o abandonarme al instante. Que puntualmente pueda pasar eso y lo disfrute es posible. Pero no quiero que eso se convierta en lo habitual, en lo que hay que hacer porque sino uno no complace a los demás. No quiero que el plan del día incluya por narices "hacer el bufón" si no tengo realmente ganas de hacerlo. En todo caso sería mi decisión si abandonarme a la juerga, la irreflexión y el Carpe diem.

 

 El viernes pasado esa decisión me fue arrebatada a 200 kilómetros de mi casa y sin posibilidad de volver a ella hasta que a la persona que me estaba arrebatando mi libertad de elección le diera la gana.

 

 No mejora la situación que encima termináramos acostándonos. No me arrepiento de haberlo hecho sino de cómo lo hicimos, en qué situación. Mi primera vez no tendría que estar asociada al momento en que uno se da cuenta que debe dejar de estar enamorado de esa persona con la que está desde hace cuatro años y que incluso es posible que se haya perdido la amistad profunda que compartían. Físicamente fue bueno. Emocionalmente fue incómodo. Me dejé llevar por el rabo y no voy a negarlo. Cuando ella me dio la oportunidad no sé si por realmente apetecerle o como compensación por el daño que me había hecho, o combinación de ambas, no tuve fuerzas para decir que no. No es un trauma emocional para mí, pero me siento incómodo de haberlo hecho y para que hubiera sido natural no debería sentirme así.

 Tal vez me he deshecho de la influencia sexual que tenía sobre mí, ella y todas las mujeres que he conocido. De ese "si me quedo con ella, aunque esté incómodo, aunque no quiera estar aquí, aunque esto no me guste hacerlo, puede que haya algo entre nosotros". Me ha pasado toda la vida y ahora... bueno para qué negarlo, ahora puede que siga pasando, pero por lo menos ya no tengo dentro ese ansia y esa sensación de fracaso de pensar que sigo virgen sin querer serlo, que en ese aspecto de mi vida fracasé. Ahora no puedo decir que haya triunfado, pero sí que en ese terreno creo que por fin puedo ser un poco más estable y que mis decisiones ya no se van a ver tan influenciadas por el espejismo de una posible promesa sexual.

 

 No siento que quiera romper todos los lazos con ella. Me siento bien con la idea de seguir siendo un amigo normal, un colega. Pero no quiero ser su compañero de juergas. No quiero ser su admirador ni su marioneta. No quiero decirle “amén” a todo esperando tener algo más con ella sea sentimental o físico (y esa ha sido MI GRAN CULPA en toda esta situación y mi parte en la ecuación del problema).

 Ya no quiero ser su pareja.

 

 Sobre si voy a poder cumplir esta resolución que tomo ahora; sobre si cambiarán las circunstancias y yo me volveré de otra manera o ella solucionará esos problemas que tiene sobre el tema del Dr Jeckill y Mr Hyde, no puedo decir. Para saber eso habrá que seguir viviendo.

 

 Pero desde luego, las cosas han cambiado. No para bien. Es la valoración final que me queda por dentro.

 

 Feliz año nuevo. Esta vez realmente es un año nuevo que llega a primeros de enero para mí.

Flotando

Flotando

 Hoy me gustaría estar en el agua. Flotando simplemente. LA postura del muerto, que la llaman. Un cuerpo de 70 kilos de peso que sube y baja con cada pequeña onda que se produce en el agua, uno de los pequeños milagros de los líquidos y el principio de Arquímedes.

 

 Como en los tanques de privación sensorial, pero sólo un sentido, el oído. Porque ese es mi recuerdo de cuando era pequeño y estaba en la piscina, o en el mar. Ponerme de espaldas, flotar y sentir un zumbido en el oído cuando el agua lo llena, impidiéndome oír nada más que ese zumbido. Casi como una voz lejana ininteligible, pero relajante pese a todo. Cerrar los ojos y no notar nada más que el medio cuerpo en el agua y medio fuera. Humedad por debajo y calor del sol por encima. Abajo inmensidad humeda. Arriba la inmensidad del cielo. Y yo un puntito suave en el centro.

 

 Y flotar, sólo flotar. Para ver si la vida me ignora y pasa de largo, para ver si no me escupe, para ver si mi mente se olvida de mí durante un rato y puedo descansar…

 

 Necesito descansar. La corriente me va a llevar igual a los rápidos y los pozos y las tormentas.

 

 Pero hasta que eso llegue, que me dé tregua. Eso necesito hoy.

De coches y esfuerzos

 

 

 

 Allá por junio, al empezar en el nuevo puesto de trabajo, al principio no sabía si salir al descanso o no. En el anterior trabajo tenía mi casa a 7 minutos de reloj. Podía ir, hacer la cama, comerme algo de fruta, descansar unos minutos y luego volver, consumiendo así la media hora de descanso sin prisas.

 Pero en el Calatrava mi casa me queda a 17 minutos (de reloj también, los funcionarios miramos mucho el reloj y medimos mucho los tiempos…) así que no puedo ir y venir como antaño.

 ¿Qué hacer entonces? Pues los dos o tres primeros días me comía mi pieza de fruta en la sala de descanso de la planta. Pero no me terminaba de convencer. Parecía algo muy…frío, muy solitario. No es que la sala sea pequeña, pero me sentía encajonado.

 Así que finalmente empecé a salir en los descansos. No iba lejos. A una plazita, casi una calle peatonal ancha cerca del edificio. Me sentaba ahí, me comía mi manzana o mi plátano… y me seguía aburriendo.

 Empecé a pensar en sacar el carnet de conducir. Con tiempo. Sin prisas. Por si alguna vez me llamaban de una bolsa de empleo del Principado que no fuera para Oviedo y tenía que desplazarme por mi cuenta o esperar largos enlaces de tren o autobús a las tantas de la mañana o con el estómago rugiendo de hambre…

 Casi como para no aburrirme en esa media hora sentado en el banco, le pedí a mi hermano mayor su viejo código de circulación (viejo porque tenía 6 años, eso es viejo con tantos cambios que se han dado…) y empecé a mirarlo. Quería tenerlo bien leído y aprendido antes de apuntarme a una academia de conducir y que ellos me dieran los últimos retoques de la teoría y sobre todo las clases prácticas, que esas si que quería darlas con profesionales.

 

 Terminó junio. Pasaron julio, agosto y septiembre. Y yo seguía leyendo mis 20 minutos de código de conducir todos los días de diario, comiendo mi manzana, sentado en el mismo banco (si podía). Salvo cuando llovía, que lo leía en otra parte, a cubierto.

 

 Perseveraba. Porque se iban añadiendo otros factores, poco a poco. Además del impulso inicial de “tengo tiempo-tengo dinero-puedo necesitarlo para no tener que levantarme a las seis de la mañana como mi hermano para ir a trabajar a otra ciudad” se unieron “quiero hacer algo de adulto bien” y sobre todo “así tal vez pueda ver más a N.”

 Porque con el cambio de trabajo de N. la empecé a ver menos. Y cuando salía lo hacía por cerca de su casa, no por Oviedo. Y no podía irme a buscar, llevarme y luego traerme de vuelta tras una noche de juerga. Ni por las horas, ni por las posibles condiciones en las que estuviéramos ambos y porque no somos pareja así que no tiene ninguna obligación de hacerlo.

 Así que en vez de esperar me reafirmé a sacar el carnet, para poder ir yo a veces donde esté ella, no esperar siempre, dar un primer paso por mi cuenta.

 

 Reafirmado mi ánimo, finalizando septiembre, como si fuera un deber por haber cumplido años, como otro escalón de crecer, aprovechando que tenía dos semanas de vacaciones, me apunté al fin a la academia.

 

 Iba al menos dos horas al día a hacer exámenes, repasando el código de circulación actualizado que me dieron, analizando los cambios, tomando nota de qué es lo que más preguntaban. Preparándome.

 

 Y tras esas dos semanas intensivas (casi ni fueron vacaciones para mí, lo único por poder levantarme más tarde) me presenté al examen el último día de vacaciones, un martes 6 de octubre.

 

 Aprobé con cero fallos.

 

 Contento si. Pero tampoco entusiasmado. Sabía que el examen teórico es una cuestión de perseverancia, es estudiar 60 páginas al fin y al cabo. Antes o después se saca, casi nadie que conozca o haya oído hablar ha tenido dificultades con él, aprobándolo a la segunda o tercera como mucho.

 Así que bien, pero no era bastante.

 

 Tuve que esperar un tiempo hasta que hubiera un hueco libre en las clases prácticas, porque estaban a tope en la academia. Una espera que terminó el día 29 de ese mismo mes, con mi primera clase. La hora a la que las daba era a las ocho de la tarde, y aquí ya estaba oscuro a esa hora. Oscuro y a veces lloviendo, empecé a aprender en una situación complicada. El primer día sólo manejar el volante, haciendo eses, empezando a acostumbrarme al movimiento, a qué cosas mirar, empezando a absorber las enseñanzas del instructor y llevarlas a la práctica.

 El segundo día ya empecé a usar los pedales. Y de ahí a no parar de aprender, incluso cuando sabía algo no podía bajar la guardia. Sentía una tremenda responsabilidad al estar al volante, aunque el instructor era experto y tienen sus pedales y saben cuando pararte. Pero aun así los nervios eran para mí inevitables. Aunque sabía que él me pararía si hacía algo mal no iba en plan “bueno, ya lo hará, yo a mi aire” sino que no quería que llegáramos al extremo de que me parara y por eso intentaba hacerlo siempre con cuidado y bien. Y tuvo que frenarme o moverme el volante muchas veces, es inevitable, al fin y al cabo por muy bien que intentara hacerlo, estaba aprendiendo.

 

 Descubrí también que no estaba dotado para ello. No es que fuera un inútil, pero cada cosa que aprendía tenía que ganármela practicando una y otra vez e incluso así a veces fallaba. No era como en las películas o los libros o incluso experiencias personales que te cuenta de gente que se le da bien instintivamente, que aprenden rápido, que han nacido para hacerlo bien.

 No, yo sólo era un chico normal en ese sentido. Si aprendía era a la manera normal, con tiempo y práctica y práctica y tiempo. No voy a negar que fue una pequeña decepción descubrir que no había nacido para ello. No es que me deprimiera o dejara de conducir por ello, pero bueno, uno siempre sueña que hay algo en lo que va a ser más que bueno, en lo que va a ser excepcional. Aunque en principio no me gustara la idea de conducir pensaba que tal vez era eso en lo que iba a destacar… pero no.

 Bueno. Seguiré buscando.

 

 La gente que consultaba, amigos, hermano, N., me decían que la media de clases que habían dado antes de intentarlo por primera vez eran entre 20 y 25 clases. Cada clase es algo menos de una hora más o menos. Y no me dije “cuando haga 20 clases me presento” o 25 o 23… sino que me dije “cuando haga 20 clases empezaré a pensar en presentarme, veré qué tal voy y lo consideraré”.

 La ventaja era que al haber aprobado el teórico a la primera tenía dos intentos en el práctico. Si suspendía la primera vez podía presentarme una segunda sin coste. Si volvía a suspender sí que tendría que volver a pagar la tasa para presentarme. Así que la gente en general te dice que si tienes dos oportunidades, la primera vez sueles ir menos nervioso pensando que tienes un segundo intento. No que apruebes seguro, de hecho poca gente aprueba a la primera, pero sí que a veces uno se siente más confiado esa primera vez y conducir es mucho de tener confianza. No de confiar en poder ir a 200 por hora haciendo eses y pensando que puedes reaccionar a lo que sea, pero si confianza para no dudar y que el coche falle en un sitio complicado o ser capaz de decirse a sí mismo “si voy con cuidado no va a pasar nada” y que sea verdad.

 

 Esa confianza la iba ganando poco a poco. Cometía fallos pero pocos eran gordos. Casi nunca implicaban que hubiera provocado un accidente o un atropello. Y poco a poco los fallos eran más de estilo (no aparcar fluidamente, no lanzarme a entrar en una rotonda en la que parecía que podía pero por si acaso…, que se me calara el coche…)

 

 Los exámenes son los miércoles y había que avisar una semana antes. Finalmente tras un par de días que lo hice bastante bien, que consideré que me quedaba más que nada pulir unas cuantas cosas, decidí presentarme. Era un martes, así que me iba a quedar el resto de la semana, y la clase del lunes y el martes antes del examen para terminar de hacer bien esas cosas que me faltaban. Cinco clases. Cinco horas prácticas. Sin problemas, pensé.

 

 Pensé mal.

 

 Los nervios impidieron la evolución. Cada día era como si fuera la primera semana de prácticas, cometiendo errores en cosas que parecía ya tener controladas, mejorando un poquito en otras cosas, pero en general haciéndolo mal. Cada día eran cuatro o cinco cosas que me harían suspender si hubiera sido el examen en vez de una clase. El viernes antes del examen el instructor me dijo que había bajado muchísimo el nivel, mostrándose claramente contrariado por verme fallar así. Mis ánimos y mi moral fallaban, empezaba a entrever un fracaso el día del examen. La gente me decía que al menos tendría otra oportunidad, me contaba como ellos también habían fallado las primeras veces, que no era una tragedia, siempre se puede volver a intentar y finalmente un día que no estés nervioso conseguirlo.

 Porque mucho de los fallos son los nervios. La teoría todo el mundo la termina aprendiendo. La práctica es cuestión de eso, de práctica. Pero cuando no te fijas en el detalle en el que sí te has fijado cien veces antes, cuando en medio de hacer algo te das cuenta que no deberías hacerlo antes de que el instructor te diga nada, cuando no consigues coordinar lo que sabes en tu mente con la ejecución en tus manos y pies… son los nervios. Es que te conviertes en tu peor enemigo. Y eso me pasaba a mí.

 

 La clase del día anterior al examen, el martes, fue un desastre. Empecé fatal y fui mejorando un poco a lo largo de la misma, pero para entonces, de ser el examen, ya estaría suspenso así que no valía. Y volví a casa ese día deprimido, porque todo parecía indicar que iba a fallar. Otra vez. “Como siempre” pensé volviendo a mis pasadas neuras…

 Esa noche, hablando por el messenger con mi amigo S. le estaba pidiendo consejos para el día siguiente, ya que siempre me ha gustado como conduce, seguro, tranquilo, efectivo. Y finalmente di voz a una de las cosas que más me estaba preocupando de la posibilidad de suspender.

 “Por una vez me hubiera gustado ser bueno en algo. No normal. Bueno. Aprobar a la primera y poder presumir un poco de ello, poder decir que conseguí algo que pocos consiguen.”

 Aprobar el teórico a la primera había estimulado esa sensación, esa sombra de arrogancia y orgullo. De algo bueno y malo, porque todos podemos ser inaguantables cuando nos ponemos chulos o presumidos, pero en mi caso sentirme orgulloso de algo no es tan frecuente y es una sensación buena, una cosa buena para mí.

 Y parecía que esa vez no iba a ser, por eso andaba triste.

 

 Nadie me exigía nada. Nadie me obligaba a aprobar a la primera. Yo mismo pensaba que mejor hacerlo bien que hacerlo rápido, sobre todo en algo tan importante como es conducir, como es tener en tus manos, en tus actos y reacciones, tu vida y la vida de quienes vayan contigo en el coche y las vidas de aquellos con los que te cruzas en otros coches o que van tranquilamente andando por la calle.

 

 Siguiendo el consejo del instructor y de N. traté de calmarme con unas valerianas (la primera vez que yo recuerde en mi vida que tengo que depender de mejunjes externos para los nervios… ni siquiera en los exámenes de la facultad o las oposiciones llego a tales extremos de nerviosismo que lo necesite…) y me fui a dormir pronto, queriendo hacerlo bien al día siguiente pero admitiendo al fin que el fallar era algo muy posible.

 

 y Ayer día 2 de diciembre por la mañana otra valeriana y enfrentarme al destino… bueno, no tan grandilocuente pero ya me entendéis. Llego al lugar que me indicaron el día anterior y ya hay algunos coches de otras autoescuelas esperando. Pero no la mía que llega más tarde de la hora citada, pero tampoco hay problema, porque los que empezaron antes salieron de otro lugar media hora antes y todavía tuvimos que esperar un rato, ya que el examen dura unos 25 o 30 minutos por persona y suelen ir dos en el coche, así que hasta las nueve y cuarto no llegan a donde estamos nosotros. Mi instructor no ha podido ir él ese día al examen por tener otras clases que dar, hay otros dos instructores de la academia que no conozco, pero al menos hay alguien. Y siento que tengo nervios pero no histéricos. Entre el frío, la valeriana y tal vez la sensación de ominoso destino parece que los nervios se mantienen en su justa medida.

 

 Llegan los anteriores examinados y el examinador monta en el coche. Usamos el mismo coche con el que he hemos dado clase para el examen, lo cual ayuda por la familiaridad. El otro chico que hace el examen conmigo aparenta 16, pero debe tener 18 que es la edad para sacarse el carnet y está nervioso, tanto como yo. Pero yo a veces soy muy echado para alante y me ofrezco a hacerlo yo primero, cosa que él acepta.

 

 Y monto. Y arranco. Y empiezo a conducir.

 

 Intento ir con mil ojos, con la mente totalmente concentrada. Todo mi esfuerzo puesto en ello. Las indicaciones del examinador se suceden. Intento ignorar cuando le oigo anotar algo, que es o indicativo de que has hecho algo mal, o de que está anotando algo positivo, para decidir al final si apruebas o no. Si en algún momento se comete un error grave el examinador te manda parar al momento y ya sabes que has suspendido. Sino al final del examen, cuando ambos aspirantes han realizado su conducción, repasan las anotaciones y deciden tu suerte. A veces lo resuelven en unos minutos y a veces los aspirantes deben esperar una hora o más para saber.

 

 No me hace parar. Voy conduciendo y cometo algún fallo leve, del que soy consciente. Una marcha metida demasiado bruscamente, un paso de cebra al que llego un poco demasiado rápido, un ceda el paso en el que paro un poco encima de la raya de detención, una indicación del examinador de salir en la tercera salida de una glorieta que no sigo y me dice que siga en la glorieta para poder tomarla en un segundo intento… Pero las cosas en las que fallo más habitualmente (incorporación a las glorietas en las que suelo esperar demasiado, no parar por segunda vez en los stop en un sitio donde vea bien la carretera, los carriles de aceleración y deceleración de autopista, que se me cale el coche) no suceden. Y voy empezando a creérmelo poco a poco, a creer que es posible que apruebe, que puedo suspender por acumulación de fallos pero no por un error grave como me estaba temiendo. Finalmente me indica que aparque, que siempre es el final del examen y a pesar de que es una de las cosas en las que suelo fallar, no lo hago perfecto pero tampoco mal. Detengo e inmovilizo el vehículo y me cambio de sitio con el otro chico que ahora va a empezar su examen. Y él me dice al cruzarnos “muy bien”.

 Y ya me creo del todo que por lo menos, lo he intentado y lo he hecho bien. No sé qué va a pasar dentro de media hora, cuando el otro chico acabe su examen y nos den la nota pero, al menos, lo he hecho bien. No salgo avergonzado. Puedo suspender pero no será un golpe moral. Un poco más de práctica para la próxima y lo puedo sacar bien.

 

 Aun así paso todo el examen del otro chico intentando no pensar. No quiero entusiasmarme por si suspendo. No quiero animarme pensando que lo hice bien. No quiero pensar en que tendrá que ser la próxima vez porque puede que apruebe, ¿por qué no? No me ha salido tan mal… pero tal vez haya algo que no me haya fijado… no sé, mejor no pensar en ello. Es fácil, sólo media hora, sólo tengo que irme fijando en qué tal lo hace el chico para que mi mente no empiece a pensar por su cuenta.

 

 El chico lo hace bien. Va algo lento hasta el punto que en un momento dado el examinador le dice que aumente la velocidad (no es un fallo grave, pero si leve), pero pasa bien por ciertas situaciones que no sé cómo las habría hecho yo de estar al volante.

 

 Llegamos al lugar desde donde salimos y paramos. Firmamos un par de papeles y salimos del coche, para que el instructor que va con nosotros durante el examen y el examinador traten sus cosas y este le diga nuestras notas. La espera es sólo de 5 minutos.

 

 El instructor nos comunica que hemos aprobado ambos.

 

 Hubo algunos fallos que nos comenta, un fallo del que no soy consciente y que creía haber evitado elegantemente durante el examen. Pero hemos aprobado.

 

 El viernes podemos pasarnos por la autoescuela a por el permiso temporal hasta que nos manden el carnet definitivo a casa.

 

 ¿Y yo cómo reacciono a la buena noticia?

 

 Pues de ninguna manera.

 Tras esos días de nervios, esas inseguridades, esos miedos, uno esperaría que hubiera dado saltos de alegría o me hubiera dado un ataque de llorera o… o algo evidente. Pero no. Me quedo aparentemente como estoy. Al menos por fuera. Doy las gracias a los instructores y voy hacia la autoescuela para que me firmen un justificante de haberme presentado al examen para entregarlo en el trabajo. Y mi interior es un aparente lago en calma. Pero hay corrientes dentro. Algo raro pasa dentro de mí. Se están juntando tantas cosas que se anulan mutuamente. Estoy como aturdido, como si aún no lo creyera. Como si aún tuviera que pasar otro examen. Como si no hubiera conseguido ni una victoria ni una derrota.

 

 Cojo el justificante y la placa de la L que tendré que llevar durante un año si voy en coche y les digo que me pasaré el viernes por la tarde a por el permiso. Voy al trabajo y entrego el justificante y me quedo ya ahí porque queda la mitad de la jornada y tampoco es cuestión de escaquearme. Recibo las felicitaciones de mis compañeras de trabajo. Llamo a casa para comentarlo. Mensajeo a N. y me llama para felicitarme.

 

 Y yo sigo como estoy. Aturdido. Un poco cortado ante las felicitaciones. Pero como si no hubiera pasado nada importante. Comento que sé que me va a bajar todo de golpe, que no sé cómo voy a reaccionar y se ríen.

 

 Cuando finalmente acabo la jornada y estoy volviendo a casa, es cuando llega. Es cuando me doy cuenta:

 

 Me decidí a sacar el carnet hace unos meses. Estudié por mi cuenta, luego asesorado. Y aprobé el teórico. Partiendo de cero en cuestión de conducción de coches dí 22 clases de casi una hora cada una. Y aprendí. Me esforcé. Luché. Pasé nervios y miedos. Pasé momentos de dudas pero seguí adelante.

 

 Y lo conseguí. Gané. Una pequeña victoria en un mundo saturado de pequeñas derrotas diarias. Una victoria mía. Un logro mío. Algo que he hecho más que bien: muy bien.

 

 Lo conseguí.

 

 No lloré pero me emocioné. Sonreía mi alma. Y estaba orgulloso de mi mismo en plan bien. Satisfecho. Había conseguido algo. Yo.

 

 

 Por supuesto ya se encargaron en casa de bajarme la moral, cuando las felicitaciones duraron 5 minutos antes de lanzarse como hienas mis padres en estéreo (que casi nunca están de acuerdo en nada pero mira como ahí si saltaron a la vez) a decirme que no me compre coche ni siquiera de segunda mano porque además de ser caro de mantener entre mecánica, gasolina y seguro no tengo ninguna necesidad de tener coche. Que alquile un coche una vez al mes un día para practicar o directamente que no haga nada.

 

 Necesidad claro que no tengo. Pero no todas las cosas en este mundo se hacen por necesidad. Si así fuera no tendría más de cuatro mudas de ropa. Intentaría trabajar sólo lo justo para tirar el año. No saldrían de casa. No conocería gente porque la mayor parte no va a convertirse ni en tu pareja ni en tus amigos. No escribiría. No dibujaría. No vería la tele. No haría sudokus. No pensaría más allá de mis necesidades inmediatas. No querría aspirar a más en la vida.

 

 

 En resumen, lo que ellos quieren que haga yo. Al menos esa es la sensación que me están transmitiendo últimamente y una de las cosas por las que quiero irme de casa, porque es muy triste pensar que tus padres están en plan “no hagas nada hasta que nos hayamos muerto y entonces enfréntate a todo de golpe”.  Y más triste es que esa sensación perdure en el tiempo porque no la desmienten nunca con sus actos y palabras.

 Ayudan a que sea un cobarde perezoso y sin iniciativa. Y eso me cuesta perdonarlo en un momento en que quiero madurar, en que quiero sentir que hago algo con mi vida más que dejar pasar los días hasta que me muera.

 

 Si por ellos fuera no volvería a ver a N. Por lo del rollo tan católico de las malas influencias. Cuando me parece de juzgado de guardia que no sean capaces de ver que desde que ella está en mi vida hay menos tristeza, menos depresión. Que incluso puedo ser feliz a veces. Algo que ellos no me podían dar. Y entiendo su miedo. Entiendo que duela pararse a pensar que ha llegado a un punto en que estar con mami ya no es suficiente para que el niño sea feliz. Entiendo que se sienten mayores y el paso del tiempo hace daño sobre todo cuando empiezas a entrever que se acaba, que no te quedan 50 años por vivir. Entiendo que tienen su educación y su moral y que les jorobe que esa educación y moral no haya calado en mí y haya servido para hacerme sentir satisfecho con mi vida. Que no todos sus valores son los míos. Que quieren lo mejor para mí y se aferran a lo que sirvió para ellos, que no tiene por qué valerle a nadie más.

 

 Tengo intención de comprar un coche de segunda mano y practicar para no perder la habilidad que tengo, que no es de cine pero no debo dejarla desvanecerse. No quiero ser un piloto de rally, lo que quiero es poder valerme por mí mismo si necesito desplazarme. Si la cosa resulta ser demasiado cara pues ya decidiré yo si no lo compro. Pero lo decidiré yo. Porque lo que yo “necesito” no es lo que ellos piensan que necesito. Y cada vez más.

 

 

 Finalmente me hizo más ilusión contárselo a S., a JD., a mis antiguos compañeros de trabajo hoy, a N. que contarlo en casa.

 

 Pero nada cambia el hecho de que lo conseguí. Y eso es bueno :)

Sindrome de abstinencia leve

Sindrome de abstinencia leve

 

 

 Breves son los días de vino y rosas…

 

 

 Fui consciente de estar pasando los mejores días y ahora noto su ausencia…

 

N. cambió de trabajo. Finalmente sus jefes tiraron demasiado de la cuerda, demasiadas vacaciones no disfrutadas y no pagadas, demasiados recortes en su sueldo, demasiadas exigencias laborales que no le correspondían… Y surgió otra oferta similar pero ligeramente mejor en cuanto a sueldo y ella hizo finalmente lo que quería hacer desde hace tanto tiempo… irse. Una pena porque el trabajo le gustaba, lo que no le gustaba era el trato y lo que tenía que aguantar. Además se le daba bien. Empapaba de un poco de su brillo especial a cada cliente que entraba y no dudo que les dejara huella.

 Pero hay situaciones en las que uno no puede permitirse sacrificarse y N. estaba en una de ellas, así que se fue.

 A mi calle. Literalmente. Dos portales más arriba del mío, a ser recepcionista de una academia de masters y estudios “superiores”.

 Duró dos días. Ya antes de cambiar de trabajo le habían comentado en un antiguo lugar de trabajo que era posible que en breve volvieran a tener un puesto para ella. Y la confirmación llegó dos días después de empezar a trabajar en el nuevo sitio. Así que lo dejó también, porque aunque el trabajo que iba a realizar la aterraba por ser nuevo y duro (comercial itinerante) y no estaba segura de estar capacitada, el sueldo era notablemente superior y necesita ese dinero con urgencia.

 Así que echándole unos ovarios que admiro se lanzó de nuevo al vacío y allí está ahora, en el nuevo-antiguo trabajo.

 

 

 Y sólo la he visto un día desde entonces, 20 minutos. El trabajo es en un polígono de por ahí los mundos extrarradios cuando no está de lugar en lugar intentando vender los servicios de la empresa de mensajería de lunes a viernes, así que durante semana no tiene tiempo libre, práctica y literalmente.

 Y los fines de semana no me necesita como yo la necesito a ella. Es lo que hay y lo acepto. Lo que siento por ella no se basa en la correspondencia. Esta sólo podría alimentarlo, pero no es lo único.

 

 Lo que hay es que me enganché a ella. Cuando trabajaba en la tienda de cartuchos e impresoras, no había semana que por lo menos no me pasara un par de días a verla. Y si tenía tiempo libre entre entradas y salidas o al final de la jornada muchas veces me daba un toque y en 5 minutos nos veíamos. Así que su compañía se convirtió en habitual, pero no por ello menos luminosa.

 

 Y ahora no la veo. Prácticamente ni hablamos. La mando sms de vez en cuando contándole si me pasa algo interesante, pero raramente los responde. Y salvo 20 minutos un día de su primera semana de trabajo, no la he vuelto a ver en persona.

 

 Es su derecho como quiera pasar su ahora escaso tiempo libre. No tengo nada que decir a eso. Es libre y libre la amo.

 

 Simplemente sé que tengo que saber vivir sin ella, que no se hace débil lo que siento si no la veo, pero también soy consciente… que estoy un poco tristón.

 

 Amar es notar la ausencia y bañarse en la presencia, consciente de cada minuto en ambos casos. No es aire necesario para vivir y que su escasez provoque la muerte pero tal vez es más preciso decir que es más bien como el sol. Uno se marchita un poco con tanta oscuridad y días nublados…

 

 Además están siendo unos días complicados. 4 oposiciones en semanas casi seguidas que no puedo preparar correctamente y aunque vaya me siento ridículo madrugando y esforzándome en algo que no voy a sacar con tan escaso estudio previo. Un trabajo que está empezando a retomar un ritmo elevado aunque soportable. Un hermano de salud precaria que empieza a preocuparme.

 Un que me comuniquen que voy a ser tío en unos meses y no sé muy bien como reaccionar frente a eso.

 Una semana de vacaciones que han sido todo menos vacaciones entre una oposición que tenía al final de la misma y que durante esa semana me he sacado el carnet teórico de conducir (no es correcto decir que sólo he estado una semana en ello. En realidad llevo desde que empecé en el nuevo sitio a trabajar leyéndome el código de circulación en los descansos empezando a prepararme para este momento. Lo de la semana es más bien que me apunté al final a una academia de conducir derramando una cantidad escandalosa de dinero, en todas pasa eso, y estuve una media de cinco horas diarias haciendo exámenes y consultando dudas y leyéndome el código de circulación actualizado que allí me dieron. Y finalmente el martes pasado, último día de vacaciones, examen y 0 fallos) y ahora en breve empezaré con las pruebas prácticas y espero sacarme dicho carnet en breve…

 

 Y las mil y una cosa que pasan cada día que me encantaría compartir y hablar con ella y que ella compartiera y hablara conmigo las suyas…

 

 Pero es lo que hay. Por desgracia el río de la vida es como que es y hay que adaptarse a su corriente.

 

 Así que sigo nadando. Llegaran o no mejores días o volverán los igual de buenos. O sólo quedarán recuerdos. O me iluminará otro sol o nadaré entre tinieblas que harán las aguas cada vez más frías.

 

 Pero sigo nadando.

Temporada de despedidas

Temporada de despedidas

Últimamente parece que sólo veo desaparecer gente...

 

Leyendo hoy el soso y cutrecillo suplemento de un pequeño periódico de Cantabria que compra mi tía por aquello de que le gusta saber de las noticias más locales mientras pasa temporadas aquí, leo y me entero que Willy De Ville murió hace ya un mes...

 

Un cancer le ganó la carrera a la hepatitis que padecía. Y aunque no fuera muy seguidor de su música siempre me gustó su imagen, un cruce entre galán latino y orgulloso indio americano, muy estirado, muy digno y con esa voz rota que cantaba que tenía demasiado corazón...

 

Pero sobre todo le recordaré porque junto con Mark Knopfler dio música a la que es y probablemente seguirá siendo para siempre, una de mi puñadito de películas favoritas: La Princesa Prometida. La canción era suya y se la dejó oir a Mark Knopfler mientras grababan un disco juntos, "Miracle". A Knopfler le habían encargado por aquel entonces componer la banda sonora de la película y cuando la oyó no dudó que había algo de destino en aquello, porque De Ville no sabía en que estaba trabajando Knopfler y sin embargo la canción encajaba tan tan bien en el tema de la película que este no dudo en pedirle que la cantara para la banda sonora. Así De Ville le puso la única voz que podía ponerse a esa preciosa canción en esta preciosa película...

 

(para los impacientes, la canción empieza en el minuto 1:15)

"Ven mi amor, te contaré un relato,

sobre un chico y una chica, y su historia de amor.

Y de como él la amaba, oh, tanto...

Y de todas las gracias que ella poseía.


Y esto érase una vez,

cuando las cosas no eran tan complicadas.

Y cómo adoraba él el suelo que ella pisaba,

y cuando la miraba se quedaba prendado.


Mi amor es como el de un cuento de hadas,

pero es tan real como lo sentimientos que tengo.

Mi amor es como un cuento de hadas,

pero es tan real como los sentimientos que tengo.

Tan real como los sentimientos que tengo...


Su amor era más fuera que el poder más oscuro

que un principe pudiera tener en su fortaleza.

Sus hechizos tejidos para robar el corazón de ella

dentro de su seno, pero sólo pudieron dormir su amor.


Mi amor es como el de un cuento de hadas,

pero es tan real como lo sentimientos que tengo.

Mi amor es como un cuento de hadas,

pero es tan real como los sentimientos que tengo.

Tan real como los sentimientos que tengo...




Y él dijo:

-¿No sabes que te amo, oh, tanto...

y posaría mi corazón a los pies de tu vestido?

Y ella dijo:

-¿No sabes que un amor de cuento de hadas,

siempre tiene un final feliz?



Entonces el la alzó en sus brazos, exactamente como en los cuentos.

Y a lomos de su corcel se alejaron.


Mi amor es como el de un cuento de hadas,

pero es tan real como lo sentimientos que tengo.

Mi amor es como un cuento de hadas,

pero es tan real como los sentimientos que tengo.

Tan real como los sentimientos que tengo..."

("Storybook love" Willy De Ville)

 

 

41 años haciendo música nos regaló el hombre de voz ronca y amable.

 

Tómese un tequila a mi salud, donde quiera que esté señor De Ville. Que yo haré lo mismo por usted aquí.

3… 2…

3… 2…

 

 

 Ayer cumplí años. 32 ya, a uno de ser crucificado, como estuve diciendo ayer todo el rato. Ya se sabe, el chascarrillo del día…

 

 Como escenifico en el título de este artículo, siento que es una cuenta atrás más que nunca. Pero al contrario que de habitual, siento que es una cuenta atrás no mala, no hacia algo malo, sino hacia… no sé hacia donde. Y eso es lo bueno. Que no lo sé ni lo intuyo ni lo temo.

 

 Porque ahora encontré mi Camino.

 Sé hacia donde voy y quiero ir. Sé donde quiero estar. Y con quien.

 

 El cómo llegar son detalles que se irán luchando según surjan.

 

 

 Lo que si que siento es que empieza a ser la cuenta atrás para este lugar… Porque su utilidad para mi alma se empieza a disipar.

Dejando atrás las aguas turbulentas

Dejando atrás las aguas turbulentas

 Mi nuevo trabajo es… papel.

 Es la mejor manera de definirlo. Tenemos un pequeño Amazonas talado en forma de folios y folios y fotocopias y papeles y archivos sobre las barrabasadas cometidas por estos pequeños futuros presidentes del Gobierno y las medidas psicologicoguays realizadas para encauzarlos…

 Cuando ves un archivo de unas pocas hojas sabes que ha valido para algo. Pero el 90% de los archivos no son de unas pocas hojas, sino que año tras año engordan y engordan con un delito tras otro, una falta tras otra… y entonces es cuando me doy cuenta que estoy trabajando en algo en lo que no creo. Ya sé que se dice que si algo sirve para ayudar aunque sea a una sola persona, es bueno. Pero cuando uno piensa que lo que está propiciando este sistema es que haya un grupo de futuras hienas que abusarán impunemente de los que no han cometido falta alguna en su vida, pues piensa que está ayudando a crear más desigualdades en el futuro y piensa “¿por qué hago esto?”

 

 Y eso que yo sólo hago los papeles. No tengo que ver a ninguno de ellos, ni ir a los Centros de Menores, ni a los Juzgados ni nada. Estoy en mi escritorio, con el ordenador, haciendo papeles y archivándolos y metiéndolos en bases de datos.

 

 Y esto es lo que me espera durante bastante tiempo. Esta vez parece más improbable una prematura patada en el culo como me pasó en el puesto anterior.

 

 Ya sé que siempre me quejo de mis trabajos al principio. Que si había que tratar con el público en el primero y eso me ponía nervioso. Que si era muy físico en el segundo y me cansaba mucho…. Aunque luego en el primero incluso me divertía de tratar con la gente y en el segundo terminé amoldándome muy bien e incluso disfrutándolo.

 En este que estoy ahora lo difícil era aprender la mecánica del asunto. Al ser un trabajo tan repetitivo luego no hay dificultad añadida, una vez que lo aprendes, es casi siempre igual (siempre hay excepciones).

 Al principio fue muy duro porque mi compañera, la que me iba a enseñar, sólo estuvo una semana. Era también interina y su puesto fue cogido por otra chica que sacó plaza. El resultado fue que a la semana de empezar me quedé sólo durante diez días y tuve que ocuparme de casi todo el trabajo de papeleo. Casi todo porque las otras tres chicas del servicio (la jefa de servicio, la jefa de sección y la educadora) están con su propio trabajo, juzgados, teléfonos, tratar con los educadores de los centros, con traslados a otras comunidades de menores ,etc etc… como para poder ayudarme mucho. Así que al poco de empezar me las tuve que arreglar como pude durante todo ese tiempo.

 Fue duro. No mortal, obviamente, pero sí bastante estresante a nivel mental. Acababa el día cansado, un poco agobiado y bastante insatisfecho, amén de propiciar un humor variable.

 Ya imagino los clamores: “uy pobrecito que se estresa por un trabajo sólo de mañanas y cobrando decentemente”.

 Cada uno se queja de lo que tiene. Incluso el trabajo que parezca peor es mejor que otro, así que en el mundo sólo podría quejarse una persona según esa regla de tres. Así que considero que todos tienen derecho a quejarse de lo que consideran que está mal, sin hacer mucho caso a las comparaciones…

 Bueno lo dicho. El caso es que esos diez días pasaron y llegó la nueva compañera y ahí estuve de profesor (incluso sin saberlo todo, ya se sabe que en el país de los ciegos el tuerto es el rey…) y ahora, tras dos semanas, la cosa se ha enderezado. Ella lleva muchos más años que yo en la Administración y se adapta enseguida a las cosas con lo que ha pillado rápido y bien el procedimiento.

 Y llega el momento de poder relajarse un poco y evaluar las cosas.

 

 La evaluación es que no es un trabajo difícil. Si es pesado bastantes días, muchos papeles, muchas cosas. El ambiente es bueno, no me llevo mal con nadie así que por ese lado no hay ningún problema por ahora.

 El lado malo es que es un trabajo poco estimulante, poco gratificante y que considero poco útil. Es repetitivo, me deja los ojos un poco tocados de tanto ordenador en pantalla mala y está más lejos de casa que el anterior con lo que no puedo ir al descanso a hacer la cama y tomarme algo ahí y llego más tarde a comer.

 

 En resumen, no está tan mal. Pero tampoco me parece que esté genial.

 

 Y mientras tengo que pensar que entre septiembre y octubre tengo tres oposiciones, una de ellas casi vital (la de subalterno de la Junta General) ya que este año no convocan nada más de subalterno y esos puestos son mi mejor oportunidad de entrar a trabajar fijo en la Administración.

 He empezado también a mirar para sacarme el carnet de conducir por mi cuenta en las prácticas. Y sigo teniendo mis inquietudes habituales. Como siempre demasiadas aficiones y apetencias para juntar con mis deberes y con menos tiempo libre…

 

 Y amo. Lo que hace la vida más llevadera y disfrutable.

...y lágrimas hubo

...y lágrimas hubo

 En un momento dado del día, me dí cuenta que era el último reparto de papeles y carpetas y correo que hacía.

 

 Y en ese momento fue cuando llegaron las lágrimas.

 

 Luego hubo otro pequeño brote, cuando me "secuestraron" a traición al final del día para hacerme una despedida, con comida, abrazos, buenos deseos, un tarjetón de despedida y un reloj que me regalaron.

 

 Hay buena gente en el mundo. Y en ese lugar hay muchas buenas personas. Gente que de pasar a ser compañeros de trabajo pasan a ser compañeros de vida, aunque no se conviertan en amigos del alma si son personas que recuerdas con cariño.

 

 Y por eso como dice Gandalf, "no todas las lágrimas son malas". Porque es normal llorar un poco al alejarte de gente buena.

 

 Principalmente dedicado a MariLuz, Asun, Pedro y Oscar. Pero los nombres son muchos... y los tengo todos apuntados en papel y grabados como un dulce recuerdo en el corazón.

Y mañana lágrimas...

http://img44.imageshack.us/img44/435/contrato.jpg

 

Ya sé donde me ocurrirá el destino durante la siguiente etapa de mi vida. Esta mañana me llamaron de la bolsa de Auxiliares Administrativos y tras consultar con la gente de la Consejería, escuchar sus consejos y opiniones, contactar con la persona a sustituir y reflexionar, acepté un puesto nuevo.

Consejería de Presidencia, Justicia e Igualdad. Servicio de Justicia del Menor. Edificio Calatrava, segundo piso.

Haciendo de tripas corazón, porque la verdad es que no querría irme de donde estoy. Aunque el trabajo sea más físico. Aunque cobre un poco menos. He conocido buena gente, gente normal y gente que no sé como es. Y alguno un poco capullo.

Pero es que los buenos han sido los más. Y me da pena. Tristeza.

 

Sé que la vida es avanzar hacia adelante. Y el Camino no se vuelve atrás aunque gire 180 grados.

 

Pero sé también que mañana, al despedirme de esa gente, lloraré.

Otra vez terminando

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No es seguro, porque pocas cosas son seguras en este mundo, pero lo más probable es que deje de trabajar en la Consejería a finales de este mes.

 

 Suprimen mi puesto. Me echan, en resumen.

 

 Objetivamente no es un drama. Sigo en la bolsa de trabajo de interinos de Auxiliar Administrativo, estoy también en una de subalternos pero esta no se mueve. En la primera es casi seguro que al día o dos días de apuntarme, me llamen para ocupar un puesto de interino en otro lugar.

 Objetivamente no es un drama. No estaré mucho tiempo en paro.

 

 Subjetivamente… Subjetivamente, emocionalmente, anímicamente, es un golpe. Recuerdo ahora con un poco de sorna cuando los primeros días de empezar a trabajar estaba incómodo, cansado, un poco asustado y un poco desbordado. Y ahora las cosas salen casi sin pensarlas. Ahora estaba acomodado y tranquilo y… por qué no osar decirlo… un poquito feliz.

 Ahora vuelven las inquietudes sobre “¿Dónde será mi nuevo lugar? ¿Cómo será la gente? ¿Cómo será el ambiente? ¿Me adaptaré?”

 La verdad es que a fuerza de ser la segunda vez que paso por esto uno ya no recibe el golpe igual. Tampoco voy a hacer una tragedia griega de esto. No he perdido nada irremplazable… bueno tal vez un poco, la gente conocida a la que uno sabe que no volverá a ver nunca o como mucho un par de veces hasta que su presencia y recuerdo se diluyan con el tiempo, hasta que como un reflejo en el agua las ondas de los días las retuerzan, emborronen y dispersen hasta que cuando se calman las aguas ya no hay… nada.

 Nos pasa muchas veces en la vida. Con familiares con los que compartías de pequeño cortas vacaciones en pueblos extraños a los que no entendías por qué tus padres te llevaban, con esas gentes que por lo visto eran parientes de tercer o cuarto grado tuyos, pero tú no los sentías nunca como tales (salvo excepciones por frecuencia, cercanía, conexión o por verse más veces a lo largo del año) sino como chicos con los que compartías juegos y descubrimientos pero que luego… luego ellos se quedaban, tú te ibas y no volvías la vista nunca atrás, con ese presente egocéntrico de los niños.

 Al menos así era para mí.

 Nos pasa también con amores (veraniegos o duraderos) que en su momento eran la vida para uno y luego a día de hoy no recuerdas ese número de móvil que te hacía saltar el corazón cuando lo veías en la pantalla del tuyo, al que tantas veces llamaste con un tornado de emociones en el alma, que te aprendías de memoria sin notarlo. O su color favorito, su comida preferida, la canción que tarareaba… todos esos detalles que te daban la vida o te la quitaron cuando todo acabó… Y ahora no los recuerdas.

 Nos pasa también con esos abuelos que perdimos siendo niños. Son recuerdos más o menos vívidos de personas que te querían con toda su alma pero tú aún no tenías muy claro por qué, porque no eran tus papis, ni tus hermanos, ni tus amigos del cole… sino que eran alguien que vivían lejos (en uno de mis casos) e ibas o venían a verte dos o tres veces al año. Y te contaban cosas, te hablaban de “sus tiempos” y tu los veías tan arrugados y tan amables y tan cariñosos… Y hoy no te acuerdas de todas sus historias. Con suerte te acuerdas de algunas pero siempre con el riesgo de que también desaparezcan. No recuerdas su colonia, la comida que te preparaban, los regalos que te hacían. Empiezas a perder el recuerdo de sus gustos, sus costumbres… E incluso si como en mi caso, una de mis abuelas fue nuestra niñera por decirlo así durante nuestros años infantiles y luego una presencia constante en mi juventud y que se desvaneció ante mis ojos en un estertor que dio paso a un silencio eterno… Incluso así, voy olvidando cosas que ya nunca podré recordar, porque quien te lo podría confirmar ya no está. Y nunca volverá.

 

 

 En la vida hay pérdidas. Y ganancias. Hay que saber afrontarlo todo, valorarlo en su justa medida, remediar lo que se pueda y encajar lo que no puede ser cambiado.

 Luego continuar caminando.

 

 Porque estoy vivo. Porque Amo. Porque tengo opciones y posibilidades. Una cosa acaba, pero no acaba todo.

 Me permito sentirme triste. Me empujo a no pararme.

Antonio V.

Antonio V.

 ¿Donde te llevó la imaginación?

 Ojos cerrados para ver infinitos campos.

 ¿Estás allá donde te recreas al fin?

 

 

 Son demasiadas desapariciones con nombres y sentimientos para mí ultimamente...

Gracias Mr. Arneson

Gracias Mr. Arneson

 Debe ser maravilloso haber llegado a influir en tanta gente y su manera de ver el mundo en una época en que no existía internet, y las cosas estaban hechas para durar más tiempo...

 

 Debe haber sido maravilloso haber sido usted, Mr Arneson.

 

 Gracias. De todo corazón.

Sin avergonzarme

http://img141.imageshack.us/my.php?image=drawn2life.jpg

Termina el juego, y la musiquilla que llevo meses oyendo, desde que un colega me dijo "Pues el Drawn to Life es uno de los que creo que deberías jugar" y lo conseguí y lo jugaba de vez en cuando ayudando a los pequeños Raposa en su lucha contra la oscuridad sin colores del mundo, esa musiquilla de ese jueguecito tan bonito y entretenido, ese juego un poco infantil pero que me gustaba tanto, esa música se convierte en esta canción....

 

Y no me avergüenza decir que lloré mientras la oía por primera vez. Y por segunda. Y mientras la escucho ahora para traducirla...

 

 

 

"Trajiste la lluvia y el resplandor a mi vida.

Sé que tienes que irte, pero no estoy sorprendida.

¿De qué me serviría estarlo? Sea como sea, yo pierdo.

Y no hay nada que pueda hacer.

¿Quieres saber la verdad? (Aquí estoy, quiero saberla)

Ya te estoy echando de menos.


¿Y vale la pena realmente guardar esto

si ya no puede seguir funcionando?


Y puedo ver que no crees en lo que te digo, así que harás la maleta y te marcharás.

No puedo cambiar eso.

Así es como son las cosas.


¿Y si al recordar sus palabras se clavaran aún más profundas en mi alma?

¿Y si viera su sonrisa, eso me haría anhelarla aún más?

¿Y si oyera su voz y eso no me diera más opción que rezar?

Día tras día me lo pregunto.


No estoy segura, tampoco convencida, de donde han venido estos problemas.

No estoy segura, tampoco convencida, de por qué me siento tan arrastrada...


Solo porque siempre fue y siempre será así

funciona porque todo mi amor hace realidad un brillante, brillante día.

enfrentando la lluvia, sientes el cambio, y yo empiezo a imaginarme si alguna vez voy a volver a verte...

Y entonces ella me dice que esto no es el final.


Arrastrado a la sonrisa en tus labios.

Pero esos son mis sueños y este es tu lugar.

Si eso es lo que quieres, no es lo que yo necesito, me siento viva y seca y tu estás en el mar.

No te marches (Estoy escuchando)

Das color a cada aliento que respiro.


Porque si todo cambia...

¿seguirá esto funcionando?


Y puedo ver que no me crees mientras me preparo para marcharme.

No podemos cambiar esto. (No)


¿Podemos salvarlo?


¿Y si te dijera que las estrellas, las dibujó sólo por ti?

¿Y si no pudiera soñar, porque estoy soñando contigo?

¿Que tengo que perder si nunca, nunca alcanzo el final de tí?

Supongo que pronto lo vamos a descubrir.


No estoy segura, tampoco convencida, de donde han venido estos problemas.

No estoy segura, tampoco convencida, de por qué me siento tan arrastrada a compartir una vida contigo.


Solo porque siempre fue y siempre será así

funciona porque todo mi amor hace realidad un brillante, brillante día.

enfrentando la lluvia, sientes el cambio, y yo empiezo a imaginarme si alguna vez voy a volver a verte...

Y entonces el me dice que esto no es el final."

("The end" David J Franco y Hayley Chapman)

 

 

Porque la belleza te asalta y te planta un dulce beso en los labios, cuando menos lo esperas, donde menos lo esperas. Y donde menos esperas encontrarla brillando tan tan fuerte...

Futilidad

Mis esfuerzos son vanos. Mis proyectos irrealizables. Mis esperanzas fantasías. Mi voluntad una sombra que se debilita. Mi ilusión una breve llama que se apaga poco a poco.

 

Si. Ando sumergido en una depresión. Una de las mías, esas tan breves pero fuertes, como una tormenta caribeña que descarga como si los cielos se hundieran, los rayos quisieran romper la tierra, el viento quisiera arrancar todo lo perdurable de su lugar y arrojarlo muerto y tronchado a donde ya no importe.

Una tormenta caribeña, es una buena analogía. Sobre todo por la brevedad de lo que duran estas depresiones, que se desvanecen entre rayos de sol rasgando las nubes al poco... pero también vuelven al poco. Con la misma fuerza. Y lo que arrancan queda herido o ya no vuelve...

 

Hoy siento la futilidad de las cosas. El que ella no quisisera o no pudiera quedar para el aniversario de conocernos, algo que celebrábamos todos los años, es un detonante, simplemente. Cuando no existen estos detonantes puedo pensar, soñar, aferrarme, fantasear, que las cosas pueden cambiar o ser distintas. Cuando no existen los detonantes el poso se acumula sin demasiado sobresaltos, sólo un pinchazo cuando se producen antes de apartarlos rápidamente bajo la alfombra en la profundidad de mi corazón, como si así desapareciera... hasta el detonante. Hasta que desborda. O explota. O se derrama. O se desangra...

 

Ojalá sólo quisiera un polvo con ella. Ojalá sólo fuera sexual lo que siento. Ojalá no sintiera algo profundo, aferrado tan adentro y tan fuerte.

Ojalá supiera olvidar. O fuera otra persona, para que no me importara perder, o sentir. Para que no me preocupara la soledad. Para que no me importaran los lazos.

 

 

Ojalá no estuviera deprimido.

Calmachicha

Calmachicha

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Pasó el momento de agobio en el trabajo.

Al menos ahora me lo tomo con más calma, aunque me sigue poniendo un poco así el pensar que puede que esté dos años haciendolo...

Estoy menos agobiado que hace tiempo cuando empezé, pero igual de cansado o más. Es exigente físicamente, ya lo he comentado. Me muevo mucho más y no he dejado el gimnasio con lo que los lunes, miércoles y viernes termino agotado el día. Pero lo que ha cambiado es lo cansado mentalmente.

Me hago al trabajo, empiezo a coger las costumbres y las reacciones reflejas. No es difícil. Puedo hacerlo. No tengo miedo.

 

Sigue quedando el pequeño asunto de que la lista de auxiliares sigue avanzando. Así que cuando me llamen tendré que decidir, pero ando menos preocupado, porque ya he decidido que a menos que me ofrezcan algo igual de bueno (vacante o sustitución de al menos un año) en Oviedo, no lo cogeré. No hay tanta diferencia de sueldo y ahora mismo es mejor tener algo seguro que algo que puede que tampoco me termine gustando como auxiliar administrativo y por menos tiempo.

 

Aquí estoy tranquilo ahora. Y es lo que he estado buscando toda mi vida, ¿no? La tranquilidad.

 

Además tengo amor. Uno que fluye de mí sin necesitar correspondencia para tener sentido.

Y eso ayuda a saber lo que es más importante en la vida.

 

(ALGUNAS HORAS DESPUES)

 

Lo cierto es que algo no termina de encajar. Al menos yo me siento así. Al cansancio físico se auna un cansancio emocional. De repente me descubro otra vez perezoso, indolente, concentrado en cosas nímias y no haciendo las cosas rutinarias pero necesarias, como limpiar y ordenar mi habitación. Tampoco hago las cosas que me debería molestar en hacer, como estudiar más las oposiciones o dibujar más regularmente y en mayor cantidad o escribir más y mejor.

Hay algo raro. Como un aire pesado que me aplana un poco. Pero es un poco más que la semana pasada y pierdo gusto y ganas por las cosas. No lo pierdo del todo pero sí que el paso del tiempo vence. Es como si me moviera por un aire un poco pegajoso.

Y tengo tendencia a aparcar las cosas cuando surgen problemas así que...

Tampoco estoy seguro a veces de qué siento por qué lo siento. Así que es osado por mi parte hablar de un amor elevado cuando tal vez lo esté elevando simplemente porque quiero verlo arriba, no porque lo esté.

 

Hace poco una conversación con N. me muestra que hace unos días mi comportamiento no demostró el equilibrio del que estaba haciendo gala últimamente. No hubo daños pero pudo haberlos habido y esa posibilida me aterra. Como me preocupa la posibilidad de recaer en viejas malcostumbres.

¿Y si los nervios por caer me hacen temblar y terminan haciendo que caiga?

Tengo que salir y estabilizar. Y tengo que creer que puedo hacerlo.

No es Evolución, es conservar lo conseguido

5 4 3 2 1 ... 11

5 4 3 2 1 ... 11

Un chico mata en Alemania a gente que no conoce.

Un hombre mata en EEUU a gente que conoce y gente que no conoce.

Un hombre mata en España a gente que conoce y gente que no conoce.

 

Y en un telediario, vuelven a hablar con supervivientes del 11-M y dicen esto:

 

"Lo más duro fue no poder volver a ejercer mi profesión, a coger una camara y salir a la calle a hacer fotos."


"No podía estar sola"


"Yo no tengo vida desde aquel día que me quitaron al hombre de mi vida. Ya no soy feliz. Voy por la calle mostrando una sonrisa... pero es mentira."


"Todos los días pienso en ello y me recorre un sudor frío. Para mí, a día de hoy, todos los días siguen siendo el 11-M"

 

 

Y en las noticias vemos a perros de traje ladrándose sus miserias en las salas de gobierno. Vemos la pobreza extendiéndose. Vemos la miseria que nos rodea por dentro y por fuera.

Un día de matanzas, en el pasado y en el presente. Y un día donde no nos lo contarán pero ha habido tanta tristeza, tanta muerte, tanta desolación en el mundo...

Y tantas sonrisas también. Cosas buenas.

 

Pero a todos nos llegará un día nuestro 11-M particular. A los asesinos y a las víctimas. A los culpables y los inocentes. Y a los que no han hecho nada ni bueno ni malo. Nada de lo que hagamos nos dará un segundo más del que tenemos.

Un día no estaremos. Como no están ya tantos y tantos y la cosa seguirá así siempre...

 

Ha pasado el tiempo... y la vida sigue.

Pero no se olvida.

 

Paz de cuerpo y espíritu para todos hoy. Hoy más que nunca. Amad y haced sonreir. Porque eso, puede ser Todo.

Bienvenidas

Bienvenidas

No me termina de gustar el trabajo que ahora realizo. Tampoco es que lo odie, pero a nivel físico es mucho más exigente (hay que salir mucho a llevar cartas y paquetes de expedientes, papeles, comunicaciones... subir y bajar muchas veces la escalera de la consejería...) que el anterior y el sueldo es menor, lo que siempre es un dato a tener en cuenta.

Está unos minutos más cerca de casa y somos en total cinco subalternos, dos de ellas veteranas, así que el trabajo tampoco es para matarse por la posibilidad que tenemos de repartírnoslo.

Y sigo con la espada de Damocles de que sólo tengo a 21 personas por delante mio en la lista de auxiliares administrativos y puede que en un mes o menos me llamen para ofrecerme otro puesto de trabajo. Que sin embargo será a todas luces de menor duración que este, que todo apunta a que año y medio aquí, si quiero quedarme, no me lo quita nadie.

 

En fin, que son muchos factores que se van a concentrar en los tres segundos que voy a tener para responder si me quedo o me voy cuando me llamen los de Función Pública para ofrecerme un puesto de auxiliar administrativo. Y aunque no debería ponerme nervioso antes de tiempo, es mi personalidad, no puedo evitarlo.

 

En todo caso, hubo otro estreno esta semana. El lunes, justo antes de salir de casa para ir a trabajar, se me rompió la montura de las gafas. Ya llevaba una temporada que me daba la impresión que a veces se quedaban como demasiado arqueadas cuando las limpiaba, y luego se ponían normales al cabo de un tiempo con un "clac", como si algo se encajara y se desencajara. Y más bien era que se iba rompiendo el lugar donde la parte superior de la montura de la lente izquierda se unían al puente de la gafa.

A esas horas no tuve otra opción que ponerle algo de celo confiando en que aguantara y cogerme las gafas anteriores que siempre las guardo como respuesto para casos como estos por si el celo no aguantaba. Las gafas viejas debían tener perfectamente catorce años o así, porque las que llevaba que se rompieron cambiaron dos veces de montura los cristales al no haber cambiado más que media dioptría la graduación y en ese momento pensé que para qué gastarme una pasta en otros cristales por media dioptría y sólo cambié la montura cuando se rompió...

El celo aguantó durante toda la jornada y por la tarde fuí a la óptica a ver qué se podía hacer. En principio mi idea era cambiar sólo la montura, como la última vez, ya que no me parecía que fuera reparable la ruptura de la montura con un cierto grado de garantía de que no se rompieran a la mínima en breve otra vez. Pero una vez allí me informé de que las lentes habían bajado algo de precio desde la última vez que me había interesado por su precio y con lo que tengo ahorrado era muy asequible comprarme unas nuevas.

 

Así que eso hice. Y tuve suerte que al día siguiente me llegaron, así que ahora tengo gafas nuevas, las de la foto.

 

Las anteriores ganas me han durado catorce años o así. Preveyendo que esto vuelva a pasar, cuando las vuelva a cambiar tendré 45 años.

¿Qué habreis visto hasta entonces, gafas nuevas? ¿Qué cosas me habreis ayudado a contemplar? ¿Qué camino vamos a recorrer juntos?

¿Me ayudareis a ver otra vez el rostro de N. acercándose al mio con los labios entreabiertos y brillantes y los ojos entrecerrados? ¿Contemplaremos juntos alguna vez el rostro de mi hijo mientras duerme? ¿Os humedecereis con mis lágrimas mientras sufrimos juntos la perdida de alguien muy querido? ¿Con qué avances científicos y sociales nos maravillaremos juntos? ¿Qué horrores y dichas pasarán ante nuestra visión compartida?

 

Sin vosotras no veo los matices, es así de simple. Dependo de vosotras.

Y desde ayer hemos empezado un camino juntos.

Caminad conmigo.

Inesperado

Inesperado

Andaba yo sopesando varias canciones para ponerlas como artículo en este lugar, cuando recibo una llamada.

 

Vuelvo a empezar a trabajar el viernes.

 

No sólo estoy en la lista de bolsa de empleo de interinos para auxiliar administrativo del 2007, sino que también estoy en la de subalternos del 2006 y no lo recordaba. Y la llamada era referente a esta última lista. Cuando parece que está avanzando la otra y tal vez en mes, mes y medio me llamarían, me llaman ahora para trabajar en esta.

"Bien" pensaría la mayor parte de la gente. Y yo también, pero le añado un "pero..."

 

Y el "pero" es que aunque si me llaman para un puesto de auxiliar administrativo puedo renunciar al puesto de subalterno aunque haya empezado a trabajar en él para pasarme al de categoría superior, tal vez no sea lo más adecuado.

Por una parte el sueldo es mayor, si. La cotización también en consecuencia. El trabajo de auxiliar está más relacionado con lo que he hecho en toda mi vida laboral hasta ahora...

Pero puede ser más temporal.

Me refiero... Me dijeron al llamarme que el puesto de subalterno era una "vacante". Eso significa que hasta que salga una oposición para cubrirlo, ahí estaré trabajando. Y eso pueden ser bastantes meses, porque las cosas de palacio van despacio.

Mientras que normalmente los puestos que ofertan para interinos de auxiliar administrativo suelen ser sustituciones de bajas de dos o tres meses. Hay muchos menos puestos vacantes.

 

Ahí está el dilema. ¿Dejar un puesto de subalterno que aunque es de menos categoría y sueldo es para más tiempo por un puesto que probablemente será más temporal?

 

Esa es la duda que voy a tener en un tiempo. Ya sé que no debería preocuparme hasta que aparezca el problema, pueden pasar muchas cosas. Puedo aprobar una oposición para estar fijo, puede que la lista de interinos auxiliares administrativos se estanque, puede que convoquen la oposición para cubrir la plaza en la que estoy en mucho menos tiempo del que esperaba... Mil cosas.

 

Así que lo que me pasa ahora es muy claro: estoy nervioso. Mañana firmo y pasado empiezo. En el Servicio Público de Empleo, cerca de mi casa. Y ya estoy nervioso pensando cómo será el trabajo, cómo serán los compañeros, qué tendré que hacer, si lo aprenderé pronto, si será duro...

Pensando en todas esas cosas que uno sabe hasta que las ve.

 

Pero así soy siempre. Preparado mentalmente para tener las preocupaciones de un futuro desastroso antes de que ocurra o incluso sin que ocurra nunca.

 

En todo caso, a partir del viernes veremos.

 

Vuelvo a trabajar :)